Bailando en el borde

- Tan sólo ignoro el problema, pero sin olvidar que sigue ahí. Como cuando éramos pequeños y cerrábamos los ojos cuando nos escondíamos, para que no nos viesen.

- Si. Jajaja, todavía lo recuerdo como si fuese ayer... - contestó divertido

- Pues es eso. Dejo el problema a un lado y sigo con mi vida...

- Pero eso no es propio de ti, ¿no crees? - interrumpió de nuevo - Tu eres de los que se enfrentan a los problemas sin pensarlo, a veces demasiado precipitadamente, y zanja el asunto para bien o para mal.


- Si, pero todo depende del resultado. Imagina a un loco en el borde de un acantilado. Disfruta del aire fresco y sigue caminando por el borde con los ojos cerrados. Ignorando el abismo. Todo irá bien hasta que caiga, ¿no? Por eso no ignoro totalmente el problema. ¿Sería mejor enfrentarse al problema y alejarse del borde? ¿Bajar del acantilado y no disfrutar nunca mas del roce del aire fresco en tu piel?


- Bueno visto así...si conoces con seguridad lo que va a pasar después...

- Pudiera ser, pero no es el caso - atajó con un gesto de la mano - Tan sólo sé que no me puedo enfrentar al problema, porque no depende de mí o que ya he hecho todo lo humanamente posible. Y el resultado de actuar sería caer o perder de vista la brisa.Y por eso sigo en el acantilado con el pelo al viento, con cuidado de no caer, pero sin que la presión de la altura cambie demasiado mi vida

Un buen consejo (o algo parecido)

Pero llega un día en el que te das cuenta de que has estado soñando en lo imposible. Te vuelves a levantar, sacudir la ropa y recolocarte la cabeza y justo cuando empiezas a volver a la normalidad tropiezas de nuevo para volver a darte cuenta de que sigues soñando. Que eso también es imposible. Así que equilibras la cabeza, miras un poco menos alto, y sigues caminando.


Y es que hay llamadas que realmente merecen la pena

Recolectando

Tres sin-papeles trabajan en una finca llena de naranjos. Es la época de recolección y el jefe les da instrucciones sobre lo que tienen que hacer. El capataz no quiere pagarles, así que llegan a un trato. Les pagará con tantas naranjas puedan cargar en un viaje. Tienen que vadear un río para poder llegar a los naranjos de la otra orilla, coger las naranjas y volver a cruzar el río para llegar hasta la oficina del jefe. Allí podrán disfrutar de la naranjas hasta nueva orden. Tras unos segundos de negociación el capataz les cedió una larga cuerda de cáñamo a cada uno para ayudarles en la tarea.

Rápidamente los tres se apresuraron a cruzar el río a pie. No era muy profundo, pero las corrientes desequilibraban a los sin-papeles en alguna ocasión. En la otra orilla con la cuerda en la mano, cada uno observó pensativo el río y como podrían atravesar las corrientes a la vuelta sin perder la carga.


El primero cogió dos naranjas de un árbol cercano. Las juntó en su regazo y con la cuerda las ató a su cintura con varias vueltas y nudos. Convencido y tranquilo por la seguridad con la que estaban sujetas, pasó de nuevo el río sin excesivas dificultades y desatando la cuerda empezó a comer una de las naranjas.

El segundo trenzó una especie de cesta, y la llenó hasta el borde con naranjas. Con ella en las manos volvió a sortear el río, pero en algunos momentos las corrientes le golpearon e hicieron que algunas de las naranjas del borde de la cesta cayesen al río. Aun así, al llegar al otro lado tenía seis naranjas en la bolsa, que empezó a comer sentado bajo un árbol.

El tercero, viendo lo que habían hecho sus compañeros, empezó a entrelazar la cuerda para formar una superficie plana, como una bandeja, que llenó con montones de naranjas. Al llegar al río, a cada paso iba perdiendo alguna naranja, y al llegar al otro lado tan sólo una permanecía sobre sus manos. Triste por lo que había perdido se sentó en el suelo, pero a continuación cogió la naranja y la comió con gusto olvidando sus penurias.

¿Cuál es la moraleja? Dependiendo de a que lo apliques tendrá una, varias o ninguna. Da vueltas al coco si tienes tiempo y/o ganas :-)

Esperando el momento

Estrellé, como con rabia, la colilla entre los montones de ceniza y colillas que amenazaban con salir por los bordes del cenicero. Sentado en la pequeña mesa esperaba rodeado de gente en mitad de aquella cafetería. Tres cuartos de hora...nuevo récord pensé al ver la familiar figura de mi informante atravesar la puerta. Había venido corriendo, como si las gotas de sudor que resbalaban por su frente fuesen a mitigar mi enfado por la espera. Atajé su disculpa con un gesto de mano y con esa misma mano hice una seña al camarero. Nervioso, se sentó con precipitación, las palabras salían a borbotones de su boca: Me alegro de verle. Un cortado. Descubrí algo sobre aquel tipo, parece que no vive por la zona. Bonita corbata. He hecho algunas fotos... - con la mano alargó una carpeta de cartón, que puso sobre la mesa ante mí antes de sacar y encender un cigarrillo que chupó con ansia. Dios como odio a este tipo Tanto la forma de hablar, de saltar de tema a otro como su nerviosa forma de ser me resultaban casi insoportables. Pero era el mejor en lo que hacía. Tenía contactos por toda la ciudad, y a juzgar por las fotografías que ya ojeaba también era un buen fotógrafo.


Solo necesitaba un poco más de tiempo y una pizca de suerte y habría resuelto el caso. Por fin podría echar el cierre al expediente y tomarme unas largas vacaciones. Pronto todo acabaría.

Pereza

El aire agitaba las hojas del viejo olmo, haciendo que las ramas se balanceasen suavemente delante de mis ojos. Las seguía con la mirada mientras permanecía tumbado boca arriba. Izquierda, derecha, izquierda, permanece quieta al cesar el viento, izquierda de nuevo... Empecé a sentir que estaba malgastando el tiempo, como siempre me pasaba cuando me aburría. Sí, creo que lo estoy malgastando. Pero mi cabeza seguía pendiente de las ramas del olmo.

Al rato el aburrimiento volvió a atacar. Debería hacer algo. Levantarme a aprovechar el tiempo... Y tenía muchas cosas que hacer. Hice memoria y empecé a enumerarlas, y al terminar me dí cuenta de que la rama continuaba bailando al son del viento.


A los cinco minutos el movimiento fue disminuyendo hasta que cesó por completo. Esperé un rato, pero el viento no volvió a soplar. Hay que joderse, parece que lo hacen a propósito
Me levanté y me puse manos a la obra.