Betty Vixen III

Dos días antes...

Corría entre los matorrales tropezando por la prisa. Si caía, seguía avanzando apoyando las manos hasta que conseguía erguirse de nuevo. La única idea en su mente era escapar como fuese de aquello.
Todo empezó cuando descubrieron los gustos del científico por lo esotérico. El interior de la casa hacía palidecer la celda de sanatorio del individuo mas desequilibrado. Estanterías repletas de libros antiguos que no pudieron leer al desconocer el idioma en el que estaban escritos. Pintadas rituales repartidas por todas las paredes, símbolos esotéricos donde quisiera que se mirase...
Y por si los ojos no se habían encargado de inquietarlos, ruidos extraños surgían de rincones oscuros y de la imaginación, que empezaba a jugar malas pasadas al trío. Deseosos por salir de allí, empezaron de inmediato a inspeccionar habitación por habitación tomando nota de cualquier objeto de valor.
Tan sólo una hora le separaba de aquel momento,y la situación era muy distinta. Frederick, el contable, debía continuar en el exterior junto a aquel álamo gigantesco. Su cuerpo permanecería tumbado, con la cabeza girada con aquella grotesca expresión de horror en su rostro. Nunca olvidaría la mirada de aquellos ojos mientras gritando algo que no llegó a comprender salió de la casa atravesando una de las ventanas del segundo piso. Y Richard...Richard, aquel estúpido arrogante, desapareció cuando aquella sombra apareció en el umbral. Esas pequeñas criaturas se lo llevaron casi en volandas mientras éste se revolvía intentando agarrarse a algo.
Ella salió de la casa sin detenerse a recoger nada, con una mente que le empezaba a jugar malas pasadas al no distinguir lo real y lo imaginario. Si es que había algo de imaginario en todo aquello. Se dirigió en la dirección al pueblo mas cercano, sangrando por diversos cortes y tiritando febrilmente. Las sombras de los árboles, agitadas por el viento, intentaban atraparla en su huida. La luna, brillando en lo alto, delataba su claro vestido en la oscuridad que la rodeaba. El río, que tomó como referencia para llegar al pueblo, se burlaba de ella con su armonioso chapoteo de aguas tranquilas. La cabeza le daba vueltas y se sentía débil por la fiebre.


Con un grito de júbilo sofocado, descubrió luces de viviendas en la lejanía. Se detuvo un momento al notar movimiento a su derecha. Vio una de aquellas pequeñas criaturas:
No, no dejaré que me cojas como al estúpido de Richard. ¡Oh, Richard! Malditos seáis...
Se dio la vuelta tambaleante, antes de tropezar a los pocos metros y caer al suelo. Después, se hizo la oscuridad.

El chico se asustó tanto o más que ella al encontrarla. Corrió hacia su casa, donde avisó a sus padres. Se dio aviso al médico del condado vecino mientras observaban como su estado empeoraba. Su estado era ya crítico pocas horas mas tarde cuando llegó el doctor.
Los últimos aplausos resonaron en la sala mientras Betty dejaba el escenario. El pianista se levantó mientras, con cuidado, bajaba la tapa del piano y colocaba el taburete bajo éste. El camarero, tras la barra, animaba a los clientes a que abandonasen el local. El espectáculo había terminado

Betty Vixen II

Un tiempo antes...

Durante el viaje había coincidido con dos europeos que hablaban de cuestiones de trabajo. Uno era contable de un prestigioso banco y el otro un ex-detective que se ganaba la vida cobrando las deudas a aquellos clientes a los que les costaba soltar el dinero debido a su debido tiempo.
Y allí estaban, directamente desde Europa, para cobrar una importante cantidad de dinero de un cliente recientemente fallecido. Todo lo que había que hacer era llegar al pueblo donde vivía el cliente (al parecer un científico autodidacta) para tasar su residencia y bienes. No se conocían familiares por lo que ambos sabían que el banco, en una hábil jugada legal, adquiriría toda la herencia. Y se estimaba mucho mayor que la deuda a pagar. En cualquier caso, los que decidirían cual sería el valor de dicha fortuna serían ellos.
Dos hombres de "vacaciones de trabajo", que pretendían hacer la vista gorda y no reparar en gastos a costa de las posesiones del recién fallecido. Ganas de diversión y dinero fácil.
Y una preciosa mujer arruinada, que vio en aquellos hombres la oportunidad de vivir tranquilamente un tiempo hasta que las aguas se calmasen. Se adaptó perfectamente al cambio de las luces del escenario a la complacencia y buena vida que aquellos tipos ofrecían. Lo tomó como unas vacaciones.

Y los rayos de un sol naciente entraron por las ventanas del tren.

Continúa...

Perdido

Siguió caminando sin pensar en nada. En nada más que lo que tenía en la cabeza desde hace dos días ya. Porque necesitaba pensar con calma en todo lo que había pasado. Todo lo que les había pasado varios días antes.
Si bien podemos decir que tuvo suerte si comparamos con el resto su principal preocupación no surgía de la situación de sus compañeros, si no de él mismo.
Lo pasado, pasado está - se repetía constantemente.
Y es que no era para menos. Se había sorprendido de si mismo. Recordó una frase que escuchó un día : Basta con un par de meses para conocer a una persona, pero suele llevar una vida conocerse a uno mismo. Nunca estuvo totalmente de acuerdo con ella (con matices), pero en un irónico giro del destino ahora se le antojaba más cierta.


Caminó sin rumbo durante unas horas hasta que comprobó (lo de "sin rumbo" no es una expresión hecha) que no tenía ni idea de donde estaba. Todo pasó a un segundo plano. Tras unos instantes de recordar y un poco de exploración consiguió situarse a duras penas a un buen trecho del punto de partida. El siguiente paso fue encontrar transporte para volver, que por suerte apareció pronto.
Sentado en la última fila del autobús miraba el paisaje por la ventanilla. Aún le quedaban unos quince kilómetros para llegar

Explosión

Suma y sigue. Otro día para recordar, cuanto mas tarde mejor. El mundo estaba hecho a mi medida. Exactamente, tan justo que no me podía mover sin chocarme con la nada a ambos lados. Claustrofobia absurda, diréis.

Todo continuaba igual y esto estaba pasando de castaño oscuro. La rabia empezó a crecer poco a poco. La notaba entre respiración y respiración. Se extendía, crecía hasta salir a través de mi piel. Empujaba abriendo hueco, retrocedía... hasta que empezó a concentrarse en mi pecho. Tan densa mezcla que notaba su peso bajo mi piel, en los pulmones, en el estómago. Cada vez se hacía mas insoportable. Tenía que salir, tenía que sacarla.

Y entre lágrimas de dolor, grité. Deseché todo lo que tenía en mi interior, que me rodeó en una impenetrable oscuridad asfixiante que por fortuna se fue diluyendo poco a poco.

Volvía respirar, estiré los brazos y salté por las calles. El mundo volvía ser grande, los olores, la luz...todo parecía mas llamativo. Todo era más importante y yo volvía ser pequeño. Mejor dicho, volví a sentirme pequeño. Porque siempre lo he sido. Porque siempre lo seremos

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El pedazo de imagen, de aquí

Pequeños y grandes cambios

Allí en el medio me sentía como fuera de lugar. Todo era perfecto. Una temperatura suave y una leve brisa que refrescaba la piel del calor del sol. Si existía el paraíso, estaba en el. El suelo era blando debido a las hojas secas que lo tapizaban. Aún era pronto y los árboles, conservando la mayoría de sus hojas, ocultaban lo que hubiese por encima de sus copas. Cielo y suelo, separados por la franja marrón de los troncos de los árboles, tenían el mismo color.
Y entonces me invadió el miedo. Miedo de que todo desapareciese si parpadeaba. Miedo a que el aire que salía de mis pulmones se llevase la brisa con él. Miedo, en definitiva, a perder algo que no era mío pese a sentir que lo era.
En un instante todo desapareció. Y lloré amargamente al verme rodeado de oscuridad. Por el cambio tan drástico que había sufrido mi alrededor. Y secándome las lagrimas recordé todo lo que acababa de perder y que quizá no volviese a ver. Y sonreí. Por el sutil cambio había ocurrido en mi interior

Betty Vixen

El acento londinense de Betty nunca fue un impedimento para su carrera artística. Carteles con su nombre pendían de la puerta de las mejores salas de espectáculos. Su precioso rostro y la desenvoltura con la que se movía en el escenario suplieron una voz que poco a poco fue perdiendo su encanto debido al consumo casi obsesivo de tabaco. Quizá fue sólo ley de vida o hubo algo más, pero la luz de la fama alcanzada se apagó de un soplido como la lámpara de un sereno.



Su representante, un aristócrata francés venido a menos había encontrado otra joven cantante francesa que pasó a ocupar toda su atención. Enfadada, Betty tuvo una acalorada discusión tras la que rompió toda relación con su antiguo manager. Aprendió la lección de la forma dura "No volvería a cometer aquel error" "Dejaría que aquella puta francesa se dedicase abrirse de piernas hasta que las tornas cambiasen. Y entonces ella estaría allí para verla caer."

Tras varios intentos buscando en salas menores y cafeterías de la ciudad, salió de Nueva York junto a una reducida maleta en un tren que la llevaría hasta lo que parecía el comienzo de una nueva vida

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Que su vida sea muy larga y su cordura dé para rato (con el permiso del gran Cthulhu)
La foto es de Peggy Lee. Pero para dar una imagen a Betty Vixen me viene al pelo


Si quieres, sigue