Deslumbrados

Hacía frío en la cola, esperando para entrar. Pero todos los niños y caramelos esperaban pacientes mientras llegaba la hora. Grupos de niños juntos, grupos de caramelos y mezclas varias. Pero todos estaban allí para lo mismo y el frío y lluvia no eran tomados en cuenta. Yo también, junto a un caramelo, esperaba pensando en lo que estaba por llegar.

Abrieron las puertas y, entradas en mano, la cola fue reduciéndose hasta que todos estuvimos en el interior del teatro. Yo ya lo conocía, así que mientras algunos miraban el decorado y la arquitectura de la sala, yo me dediqué a hablar con el caramelo. Y tiempo me dio durante casi media hora.

Las luces se apagaron, se hizo el silencio y luego un único foco alumbró el centro del escenario. Todos vimos al caramelo. Para unos no era la primera vez, pero si para mi. Comenzó la música y todos seguimos mirando, embobados. Multitud de niños con los ojos brillantes y bocas abiertas, olvidando todo a su alrededor. Querían ese caramelo. Verlo de lejos, no fuera que se rompiese al tocarlo. Tampoco comérselo, era demasiado perfecto para echarlo a perder. Pero, extraño, los caramelos también observaban fascinados. Y no era para menos, la verdad.

Entre canción y canción el silencio continuaba, como si el público temiese romper algo emitiendo cualquier ruido. La verdad es que me sorprendió muchísimo ese detalle. Porque apenas cruzó un par de frases con el público, y de hecho no eran necesarias. Un par de sorpresas; material y sonoras


Y se acabó. No podría decir cuánto tiempo duró. No se me hizo corto ni largo. El tiempo dejó de tener sentido allí dentro. Salimos volando en una nube y hasta un par de horas después no pudimos cerrar la boca.


No me extraña

Búsqueda

Siempre estaría ahí. Es increíble como seguía recordando la melodía como si fuese ayer. Como si desde la noche en la que se despertó tatareándola no hubiesen pasado cosa de dos años. Oculta, esquiva, nunca fui y seré capaz de recordar mas de un par de acordes. Pero a menudo un par de sonidos, un fragmento de una canción me hacían recordarla. Sufría una continua sensación de tener algo dentro, en mi cabeza, que conocí hace algún tiempo pero que no conseguía extraer.

Ayer mismo paseaba charlando por las calles de la ciudad cuando escuché algo que hizo que me olvidase de la conversación. Los acordes llegaban despacio, con calma, o puede que tuviese esa sensación mientras veía las bocas hablar, reír y gesticular... Seguía aparentemente la conversación, porque mi oído se esforzaba en seguir hilando uno a uno los sonidos que parecían llegar de un lateral de la calle. A medida que el tiempo pasaba me iba convenciendo de que era ésa. No podía ser otra.



Hice un gesto de disculpa con la mano y dejé a mis dos acompañantes para, dándome la vuelta, seguir el sonido hasta su origen hasta que me topé con el escaparate de una tienda de antigüedades. Miré a mi espalda y, como me seguían mirando, no dudé en entrar para ver de donde procedía la música.

La tienda estaba bien iluminada y podían verse con claridad todos los artículos que colgaban de la pared, los que estaban apoyados en el mostrador y los que colgaban del techo meciéndose suavemente por el aire que un calefactor distribuía por la estancia. Era tal la cantidad de cacharros y extraños artilugios que había por todos lados que me quedé mirándolos a todos y ninguno y no me dí cuenta de que la melodía había cesado.

- Oiga, perdone. ¿No sonaba aquí hasta hace un rato una música?- pregunté al anciano que se encontraba tras el mostrador.

No - me dijo desde detrás de sus gafas - Debe haber sido en otro lado.Últimamente un grupo de músicos se pone en la calle paralela. Arman un ruido... O quizá de alguna vivienda.


- Vaya, entonces me marcho - dije mientras me acercaba a la puerta. O no me oyó o le dio igual, porque siguió hablando a pesar de que me alejaba dándole la espalda

- O puede que sólo esté en tu cabeza, a veces intentamos encontrar fuera cosas que sólo existen ahí dentro...

- ¿Sí? ¿Que decía? - me dí la vuelta de golpe.

- No, nada. Que Feliz Navidad - dijo mientras me miraba extrañado desde esos cristales que se apoyaban en la punta de su nariz.

- Sí, igualmente. Y próspero Año Nuevo - contesté justo antes de cerrar la puerta.

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Imagen de: !PuTrID-DeFiLeR

Dulces sueños

Pocos grados de temperatura en la calle donde espero con impaciencia y aun mas frío al autobús que me va a llevar a casa. Luces en la lejanía que crecen hasta formar el número del autobús esperado. Tii-ti-ti. Guardo el billete con las manos casi inútiles a causa del frío y me siento al calorcito. El resto de la gente que esperaba fuera hace lo mismo y al poco rato el conductor arranca.



Miro por la ventanilla. Si se pudiese ver el frío, allí fuera, le habría hecho un corte de mangas desde donde estaba, sentado bajo un chorro de aire caliente de la calefacción. El bamboleo, la agradable temperatura y el cansancio acumulado se reúnen y me empieza a costar mantenerme despierto. Lo último que recuerdo es la cara de la chica de enfrente antes de que se levante con calma y de repente me pegue una bofetada.

Abro los ojos sorprendido. Debo haber pegado un respingo porque la chica, que sigue sentada delante, sonríe al verme. Me estoy sobando - pienso. Mosqueado conmigo mismo me pongo a mirar por la ventana. Compruebo que ella sigue sentada delante hasta que de nuevo los párpados de plomo cierran el  telón. Esta vez no me pillas desprevenido - es mi último y absurdo pensamiento.

Una voz gritando me despierta de golpe de haciendo que me golpee la cabeza contra el cristal de la ventana.
La madre que... - pienso mientras distingo a duras penas que el autobús está vacío y el conducto me llama para que baje. Me levanto automáticamente y salgo de nuevo a la calle. Ya entre sábanas, vuelvo a cerrar los ojos

"We had a guard dog"

Poco tiempo para crear algo nuevo así que copio y pego. Pero merece la pena

Que no me parece bien, y ya está


Ante la inclusión en el Anteproyecto de Ley de Economía sostenible de modificaciones legislativas que afectan al libre ejercicio de las libertades de expresión, información y el derecho de acceso a la cultura a través de Internet, los periodistas, bloggers, usuarios, profesionales y creadores de internet manifestamos nuestra firme oposición al proyecto, y declaramos que…

1.- Los derechos de autor no pueden situarse por encima de los derechos fundamentales de los ciudadanos, como el derecho a la privacidad, a la seguridad, a la presunción de inocencia, a la tutela judicial efectiva y a la libertad de expresión.

2.- La suspensión de derechos fundamentales es y debe seguir siendo competencia exclusiva del poder judicial. Ni un cierre sin sentencia. Este anteproyecto, en contra de lo establecido en el artículo 20.5 de la Constitución, pone en manos de un órgano no judicial -un organismo dependiente del ministerio de Cultura-, la potestad de impedir a los ciudadanos españoles el acceso a cualquier página web.

3.- La nueva legislación creará inseguridad jurídica en todo el sector tecnológico español, perjudicando uno de los pocos campos de desarrollo y futuro de nuestra economía, entorpeciendo la creación de empresas, introduciendo trabas a la libre competencia y ralentizando su proyección internacional.

4.- La nueva legislación propuesta amenaza a los nuevos creadores y entorpece la creación cultural. Con Internet y los sucesivos avances tecnológicos se ha democratizado extraordinariamente la creación y emisión de contenidos de todo tipo, que ya no provienen prevalentemente de las industrias culturales tradicionales, sino de multitud de fuentes diferentes.

5.- Los autores, como todos los trabajadores, tienen derecho a vivir de su trabajo con nuevas ideas creativas, modelos de negocio y actividades asociadas a sus creaciones. Intentar sostener con cambios legislativos a una industria obsoleta que no sabe adaptarse a este nuevo entorno no es ni justo ni realista. Si su modelo de negocio se basaba en el control de las copias de las obras y en Internet no es posible sin vulnerar derechos fundamentales, deberían buscar otro modelo.

6.- Consideramos que las industrias culturales necesitan para sobrevivir alternativas modernas, eficaces, creíbles y asequibles y que se adecuen a los nuevos usos sociales, en lugar de limitaciones tan desproporcionadas como ineficaces para el fin que dicen perseguir.

7.- Internet debe funcionar de forma libre y sin interferencias políticas auspiciadas por sectores que pretenden perpetuar obsoletos modelos de negocio e imposibilitar que el saber humano siga siendo libre.

8.- Exigimos que el Gobierno garantice por ley la neutralidad de la Red en España, ante cualquier presión que pueda producirse, como marco para el desarrollo de una economía sostenible y realista de cara al futuro.

9.- Proponemos una verdadera reforma del derecho de propiedad intelectual orientada a su fin: devolver a la sociedad el conocimiento, promover el dominio público y limitar los abusos de las entidades gestoras.

10.- En democracia las leyes y sus modificaciones deben aprobarse tras el oportuno debate público y habiendo consultado previamente a todas las partes implicadas. No es de recibo que se realicen cambios legislativos que afectan a derechos fundamentales en una ley no orgánica y que versa sobre otra materia.

Reducción

Hacía tiempo que le venía observando, desde arriba. Salía de su casa por las mañanas y llevaba a cabo sus tareas con un horario mas o menos marcado. Por la tarde o noche volvía, cansado a su hogar para descansar para el día siguiente. Y otra vez. Pero durante los fines de semana parecía variar sus costumbres. Se veía con gente a la que no veía durante el resto de la semana. Unos días unos, otro día otro grupo de gente. Apartando el hecho de que sólo se diese en los fines de semana, a mi al menos me daba la impresión de que eran esos momentos los que le daban algo de color y variedad a su programada vida. Y eran los que más me interesaba observar.

Un fin de semana quedó con los mismos que el anterior. Extrañado, no le dí demasiada importancia hasta que el siguiente volvió a ocurrir. Intrigado comencé a observar la situación a diario.

Parecía mas contento. Claramente mas contento. Dejo de ir a ciertos sitios hasta que prácticamente visitaba contados lugares. Lugares extraños por cierto, con el suelo marrón, blando y viscoso con un aspecto que desde mi punto de vista no incitaban a vistar (aunque supongo que todo es acostumbrarse). Caminaba por la calle con los ojos cerrados, que solo abría si en determinados momentos. Tambien empezó a dejar de quedar con determinadas personas, dejar de hablar con otras y dejar de verse con otras.Parecía como si hubiese hecho una selección de hechos, acciones y personas y se hubiese quedado con lo que era más importante para él. Supongo que no fue un cambio brusco, pero a mi me lo pareció. En cualquier caso, parecía mejor y mas a gusto consigo mismo.


A mí, que lo veía como he dicho desde muchos metros de altura, me sorprendió ya no sólo su actitud sino donde pasaba la mayor parte del tiempo y su conformidad con la situación. No es lo mismo ver las cosas desde aquí arriba. Se tiene una visión más amplia - me dije. Aún así...no entendía nada. Supuse que en todo aquello habría alguna razón que se me escapaba.

Asomado por el borde, agité la mano sobre mi cara para espantar a una mosca que llevaba un rato molestándome mientras le observaba. La mosca se alejó asustada y se posó en una cagada de perro que algún dueño poco cívico no se había dignado en recoger. Miré de nuevo hacia abajo desde el borde y a continuación observé a la mosca. Volví a mirar hacia abajo.

Me alejé del borde.

Necesidad

El gato seguía por allí cerca, tranquilo. Ellos estaban acostumbrados a que pasase por la casa de vez en cuando saltando por el muro del vecino contiguo. De vez en cuando el vecino hacía limpieza y colocaba algunos muebles junto a la pared, y el gato subía por estanterías y armarios hasta llegar a la parte superior del muro. Lo normal era que les mirase desde arriba, con ojos alegres, antes de bajar de un salto y acercarse a ellos. Siempre aparecía sin previo aviso y toda la familia aprovechaba y jugueteaba con él y le ponía algo de comer en un viejo plato metálico en un rincón del patio. Comía un poco, daba un par de saltos para alegrarlos y desaparecía tan rápido como había venido. Era un gato callejero que por suerte no vivía mal. No tenía mal aspecto, aunque las últimas veces les parecía que estaba algo delgado.


Hace casi un año que bajó del muro, pero algo en sus ojos les hizo comprender que le pasaba algo. El niño se acercó a él, y el gato se puso a frotarse la cabeza con su pierna. Como siempre, pero no era como era siempre. El chico, al contrario que su madre, no se dio cuenta a la primera y tardó en comprender que algo no andaba bien. Le pusieron lo que había sobrado de la comida, y el gato comió todo sin rechistar. Y cuando todos pensaban que iba a salir disparado hacia el muro éste les miró y volvió a jugar con el niño. Desde ese día siguió por allí, paseando por el patio y llamando su atención. Como si necesitase su comida, mas bien como si les necesitase a ellos.

Ya está casi restablecido. Sus ojos han empezado a brillar de nuevo y cualquier día de éstos vaciará su plato y volverá a saltar el muro. Pero el brillo tiene matiz distinto, y no sabría decirte la razón pero creo que pasará por allí mucho más a menudo

Jo - der

El otro día veía un video que un amigo del otro lado del charco tenía en compartidos de Google Reader. Éste:



La expresión de mi cara al terminar fue algo así como el título de este post.
Hoy me he visto con tiempo y ganas y he encontrado otro video que a mi me ha gustado mas, por cierto

Descenso hacia la locura (III)

Anteriormente

La puerta de la casa se abrió con un ruido seco de forma que la luz del interior iluminó levemente el porche. La extraña mujer que había abierto me miraba con ojos interrogantes. Medía unos cuantos centímetros más que yo pero su peso debía ser el doble. Los ojos amarillentos eran el único rastro de color claro en su oscura y rechoncha cara. El porqué de que me pareciese extraña no lo tengo muy claro si lo pienso ahora, pero hubo algo en aquella mujer que me recordaba a algo antiguo. Sus antepasados bailando a la luz de las hogueras entre plantaciones de algodón. Realizando extraños y oscuros ritos al son de ritmos mas antiguos que la humanidad...
La luz me cegó y me hizo volver a la realidad. Sin decir una palabra, se había retirado a un lado para permitirme el paso. Entré.

A continuación

Organización

La habitación recién pintada me espera. Sin muebles, totalmente vacía y con su curiosa forma. Para empezar, está en la parte alta de la casa así que el techo es inclinado desde los aproximadamente tres metros de altura de un extremo hasta los poco más de metro y medio del otro. Además, por el antojo o la incompetencia del arquitecto hay tres pilares que quedan en el medio, equidistantes entre sí y las paredes. Bueno, equidistantes equidistantes no, porque las paredes no están a noventa grados...

En el salón tengo los nuevos muebles. Baratos, de mi gusto y comprados un poco a lo loco sin saber siquiera si encajan en la habitación.

Me pongo a ello. La estantería no vale, sólo cabe en una pared que resulta estar...¿combada? En fin, nada. Soy incapaz de colocar la cama, me estorban los tres pilares. A la mierda cama. Y también desecho la mesilla (si no hay cama...) Venga, a por el siguiente mueble.

Un par de horas después, cansado y sudando, decido tomarme un respiro. La habitación sigue vacía. Cagüen...Joder, ¿no voy a encontrar un puto mueble que encaje?

Molón

Me ha llegado por correo electrónico. Me ha parecido genial


Con campañas así se consiguen apoyos, espero que les vaya bien.

Descenso hacia la locura (II)

Anteriormente

Bueno, primero me gustaría presentarme. Soy Jarrek Whitley. Inglés, de Southampton. Cómo he cruzado el Atlántico y he llegado hasta aquí se lo intentaré explicar. Quizá ya de paso comprenda algo yo también.

Como he dicho, nací en Southampton hace 33 años. Viví hasta hace unos pocos meses en una casa modesta con una familia acomodada y de modales anticuados. Mi familia. Es decir, según mis apellidos si podía considerar que tenía una familia... debía ser esa. No puedo decir que tuviese nada en común con ellos. Era demasiado nervioso y "excéntrico" para sus ordenadas vidas.
Cuatro meses atrás mi padre falleció y entre el hastío y el horror al contemplar la indiferencia con la que viví todo aquello decidí poner tierra de por medio. Con las noticias del reciente hundimiento del Titanic aún frescas en mi cabeza me dirigí, mandando todo al infierno, al puerto donde cogí un barco que me llevase a un nuevo mundo. A una nueva vida.


América no era tal y como la imaginaba ni como la pintaban. Malviví durante poco más de un mes y observaba el entorno donde traficantes de opio y delincuentes vestían zapatos impecables. No estoy hecho para el crimen, de eso estoy seguro, pero trabé amistad con algunos de aquellos personajes y empecé a ganarme la vida aprovechando las ventajas que ésto me ofrecía. Una de mis últimas y felices ideas había sido anunciarme en los medios locales como investigador privado suponiendo que mis contactos me proveerían de toda la información necesaria.

Antes de ayer recibía un mensaje de una supuesta cliente. Quería darme los detalles en persona en su casa. La cita era en dos días. Intenté recabar información sobre la mujer, la casa o cualquier contacto que tuviese pero parecía como si hubiese aparecido en Nueva Orleans por arte de magia, o siempre hubiese estado allí. No me gustaba nada de todo aquello, pero aun así decidí presentarme allí. Cauto, algo asustado y hecho un manojo de nervios.

Más

Descenso hacia la locura (I)

Era una noche cálida, con ese calor pegajoso del verano en Nueva Orleans que te atrapa como una segunda piel y te dificulta respirar. Bueno, a no ser que estés acostumbrado. Y mirándole, no era el caso.

Aquel hombre no era de por allí. Era delgado, no muy alto, y caminaba con nerviosismo con los hombros un poco cargados. Cada pocos metros se detenía a un lado de la calle a observar los alrededores y hasta que no se convencía a sí mismo de que todo era normal no seguía su camino. Yo lo observaba desde lejos con una mezcla de curiosidad e impaciencia ya que no le conocía, pero sabía exactamente adónde se dirigía.

Tras largo rato llegó a la residencia donde había recibido el encargo, y yo me fundí en las sombras de las inmediaciones hasta que estuviese dentro. Por más que lo observaba, no creía que fuese adecuado. Al leer el anuncio del periódico, si bien no puntualizaba nada, se daba a entender que era un hombre decidido y capaz con muchos años de experiencia en la investigación privada. Pero hasta un ciego sería capaz de darse cuenta de que aquella persona, al menos, no aparentaba nada de aquello.

Ya era demasiado tarde para dar marcha atrás. Una vez le abrieron la puerta rodeé la casa para observar la conversación que iba a tener lugar en el interior. Pegado mi rostro al cristal de la ventana entreabierta me situé oculto intentando escuchar el diálogo.

Más

Cenando

Hay cosas que nos gustan mucho aunque no tengan mucho sentido


Es normal que haya otras que no entiendas y no te gusten. No le des mas vueltas

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Por hacer que escuche una opinión propia proveniente de otros labios.
Solo por eso te has ganado otro pescado al horno. O dos

Jodido

Jodida ciudad

Tras culebrear entre coches semiparados durante al menos dos kilómetros llegó a la dirección chorreando por la lluvia. Enfadado, se sacudió el inútil chubasquero que se suponía evitaba que se mojase.

Jodido trabajo

Abrió el compartimento trasero de la moto y corrió hacia la puerta. Era una casa baja, con un estilo tradicional que destacaba gratamente con el entorno urbano. Un soplo de aire fresco entre tanto monótono hormigón y acero.
Se pegó a la puerta mientras llamaba, intentando que el pequeño alero le cobijase algo de la lluvia. No lo hacía.

Jodida lluvia

Llamó una segunda vez, separándose de la puerta por si miraban por la mirilla antes de abrir. Silencio. El agua caía sobre el visor del casco resbalando hasta el suelo. Al menos tenía la cabeza seca, porque en el resto del cuerpo notaba como el agua penetraba lentamente el chubasquero y luego las capas de ropa que vestía. Continuó insistiendo unos cinco minutos, bajo una ciudad que derramaba lágrimas de pena o de risa al ver la escena.


Pero allí no abría la puerta nadie, y el compromiso de la devolución de dinero si el pedido se retrasaba mas de media hora no parecía tener mucho sentido si en la dirección indicada no te abrían la puerta. Se dio media vuelta pero antes de llegar a sentarse en la moto, por alguna razón extraña, volvió a la puerta y volvió a insistir. Olvidó todo. La lluvia, el reembolso de dinero e incluso los aritos de cebolla y alitas de pollo que comenzaban a nadar en el agua que se filtraba por el envoltorio del paquete de pedido a domicilio.

Por fin abrieron la puerta, extrañados y en pijama, y le dijeron que allí o habían pedido nada.
Lo siento, tan sólo quería entregar esto.No pretendía molestar - dijo mientras sacaba el teléfono móvil. Maldiciendo se alejó de la puerta y llamó a la central para que le confirmasen la dirección. Efectivamente se había equivocado, no era ésa. Y eso que creía recordarla bien...

Jodida memoria

Lírica

Hacía limpieza el otro día y encontré un cuaderno de ésos que suelo llenar de tonterías. Le eché un ojo y a las pocas páginas vi este poema cutre de gran calidad que escribí a un amigo. Habla de sus experiencias vitales durante nuestro Viaje Paso-Ecuador:

Tras este viaje caribeño
nos dejaste huella en la retina
y para bien o para mal
estas cosas no se olvidan

Y ahora gracias a ti,
por tu dedicatoria tan florida
me tendré que inventar
una historia muy socorrida

Por las noches pasando
nueve horas con la almohada
y tu afán exhibicionista
enseñando el culo por La Habana

Un plato de garbanzos
que terminaste sin contemplaciones
como verte sacar fotos
con la cámara entre los cojones

Y cuando vuelvas a Cuba
vayas en barco o en avión
tendrás que hacer una parada
para recoger tu corazón.


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De hecho, otro colega se curró una especie de cuaderno-bitácora del viaje completo. No sé dónde andará la verdad...

Welcome back

Le pareció despertar de un sueño pesado, demasiado profundo. Sintió los ojos abrirse lentamente, con esfuerzo. Casi le pareció escuchar las bisagras chirriando a medida que los párpados se abrían.

El entorno era demasiado claro pero se acostumbró al poco rato y pudo mirar a su alrededor. Se le daba bien acostumbrarse, siempre lo había sabido. Pero estaba en esos momentos de transición en los que los números en el despertador, la lámpara colgando del techo y el suelo de madera le resultaban familiares como un viejo amigo al que hace años que no ves. También le extrañaba que los pájaros no le despertasen al amanecer, que la luz se filtrase por las ranuras de las contraventanas metálicas y que abriendo la ventana y no viese el pino que ocupaba casi todo el patio que ya tampoco veía.


No sabía muy bien dónde estaba, pero sentía poco a poco como su ritmo vital se aceleraba poco a poco:

Bueno, ahora toca ésto.
Supongo


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Foto: Flickr

A cantar

I Still Haven’t Found What I’m Looking For

I have climbed the highest mountains
I have run through the fields
Only to be with you
Only to be with you.

I have run, I have crawled
I have scaled these city walls
These city walls
Only to be with you.

But I still haven’t found
What I’m looking for.
But I still haven’t found
What I’m looking for.

I have kissed honey lips
Felt the healing in her finger tips
It burned like fire
This burning desire

I have spoke with the tongue of angels
I have held the hand of a devil
It was warm in the night
I was cold as a stone.

But I still haven’t found
What I’m looking for.
But I still haven’t found
What I’m looking for.

I believe in the Kingdom Come
Then all the colours will bleed into one
Bleed into one.
But yes, I’m still running.

You broke the bonds
And you loosed the chains
Carried the cross of my shame
Oh my shame, you know I believe it.

But I still haven’t found
What I’m looking for.
But I still haven’t found
What I’m looking for.

But I still haven’t found
What I’m looking for.
But I still haven’t found
What I’m looking for.

Me la sé entera. Enterita.
Cuando supimos aquel detalle de la autocaravana alquilada y excesivamente barata en la que íbamos a recorrer buena parte del sur de Irlanda decidimos aprender cada uno una canción de algún grupo/músico de allí y yo escogí ésta. Otros escogieron otras, como ésta.
Pero la canción perdía gracia (para el cantante) cuando se cantaba a pleno pulmón mientras uno se duchaba con agua fría en una ducha tan estrecha que casi no podías subir las manos para enjabonarte la cabeza.
Debemos tener algún toque masoca.
Joder, pero las risas que nos echábamos escuchándonos unos a otros...

PD: Ya he vuelto, a ver si me pongo a escribir cosillas de ahora en adelante.

Reflexiones lúcidas semialcohólicas

Te lo digo, como Plutón. Y te pones a girar alrededor del Sol. A tomar por culo, pero alrededor. Tan lejos que puede que no se de cuenta de que andas por ahí, porque al fin y al cabo no abultas nada. Casi ni se te ve. Y ahora, por si no estuvieses jodido ya, resulta que no se te considera ni un puto planeta.

Volando

Me acababa de sentar en mi butaca. Cuando por fin encontré la fila y la numeración, porque había tardado lo mío. Con el equipaje de mano ya colocado, tuve entera disposición para verla pasar. Más bien venir. Rubia y alta, como la mayoría de danesas que había visto en los últimos días. Caminaba por el pasillo con seguridad hasta pararse justo en la fila de delante. Subió con bastantes dificultades una pequeña maleta de mano en el compartimento superior. Quizá debería haber ayudado. Hubiera sido algo típico de mí. Pero no lo hice sencillamente porque estaba atontado mirándola. Estaba comprobando que no era un ángel al no haber encontrado ni rastro de alas. Ella estaba ocupada y por sierte no se daba cuenta.

Con el clic del cerrado del compartimento me puse a mirar por la ventana como disimulando de mala manera. Y entonces, cuando parecía que se iba a sentar, pero con un rápido movimiento se giró y tras echar un vistazo al etiquetado de las butacas se sentó a mi lado.

El piloto avisó del despegue y todos nos pusimos los cinturones. Los motores aceleraron y se empezó a notar la velocidad mientras avanzábamos por la pista. De reojo miré a mi lado y vi sus azules ojos clavados en el respaldo de la butaca que tenía delante. Parecía tensa. Yo tambien debería haberlo estado, pero desde que la había visto me la imaginaba bajando de los cielos vistiendo armadura y espada, como las antiguas valkirias que se aparecían a lo guerreros para llevarlos al Valhalla.

Con otro aviso del piloto, la gente empezó a quitarse el cinturon y ella, al girarse un poco para quitarselo me miró. Sonrió, y le devolví la sonrisa mientras yo también desenganchaba mi cinturón del cierre. Abrí el libro que tenía para el viaje y me puse a leer, aunque era consciente de que no me estaba enterando de nada. Ella miró un poco por allí y por allá. De hecho me pareció que leía el titulo de mi libro, curiosa (aunque dudo que entendiese nada salvo el nombre del autor, por estar el título escrito en castellano). Yo por el contrario intentaba leer, intentaba que mis ojos no se paseasen por el papel siguiendo la trayectoria de una mosca volando. Entonces, cuando me pareció que ya tocaba pasar de página escuché un pequeño chasquido a mi izquierda. Simulé que estiraba el cuello hacia atrás y miré un poco. Ella manejaba algo pequeño y metálico. Acercó sus manos e inmediatamente volví a escuchar el mismo chasquido. La valkiria había perdido el toque divino, había pisado el suelo. Volví a abrir el libro y empecé, ahora sí pude, a leer.

Mas tarde me pregunté como había sido capaz (aunque quizá fuese porque era bastante pequeño) de colar un cortauñas en el equipaje de mano

Poniéndose al día

Llevaba demasiado tiempo acelerado. Haciendo cosas, siempre arriba-abajo y con mil cosas en la cabeza no tenía tiempo para hacer lo que realmente quería. Cada vez que se le ocurría algo lo apuntaba en un cuaderno para hacerlo cuando tuviese tiempo. Harto de aquello, pensaba a menudo en lo que haría una vez terminase todo. Nada, no haría nada. Se sentaría en un rincón agradable a mirar como pasa el tiempo. O una hamaca, playa, sombrilla y un mojito. En resumen, disfrutar del tiempo paladeándolo poco a poco.

Y así pasó. Todo el trabajo quedó atrás y se dispuso descansar. Se sentó, casi se desplomó en el sofá notando la suavidad de la tela sobre la piel, el agradable calorcito que se empezaba a acumular bajo su cuerpo y... algo que le estaba pinchando en el culo. Metió la mano y sacó el cuaderno de anillas. No tuvo mas que abrirlo por la primera página para encontrarse de nuevo en pie. De nuevo, otra vez, tenía cosas que hacer. Sin embargo no era lo mismo. No había ni punto de comparación.

Toma de decisiones

- Sí. Lo tenía en mente desde hace tiempo, pero era un poco radical. Conllevaba cambiar de piso, ciudad incluso, y dejar de ver a la familia tan a menudo. Así que lo pensé seriamente durante varias semanas hasta que me decidí.

- ¿Así sin mas? ¿No hubo ninguna experiencia crucial?

- No. Lancé una moneda a cara y cruz

- ¡¿Cómo?!

- Si coño. Ni que fuese nuevo que el dinero mueve el mundo


Transcripción de un fragmento de conversación telefónica. Ahora vive en Madrid. Captura jabalíes que se adentran en núcleos urbanos y los devuelve al monte

Disfrutando

La heladería había sacado las mesas y sillas a la calle aprovechando el buen tiempo y los camareros no daban abasto con tanta gente. Mientras tanto, ella estaba sentada tranquilamente en una de las mesas. Con una cuchara de plástico saboreaba con parsimonia el vaso con helado que tenía ante ella. Con el sol brillando en el cielo despejado, le resultaba muy agradable el contraste con el frescor del helado.

Hacía apenas una hora había salido de casa con la idea de dar una vuelta, pero sin saber muy bien por dónde. Tras unos momentos de indecisión decidió destino. Con las ideas claras trazó mentalmente el recorrido y comenzó a caminar. El calor, que parecía emanar del mismo suelo, era sofocante por las calles de la ciudad mientras continuaba avanzando buscando las escasas sombras que daban alguna tregua. Al poco divisó la marquesina de una parada de autobús. Aliviada corrió bajo su sombra para refrescarse. Ése calor estaba acabando con ella. Por suerte no tenía ninguna prisa, así que podía recuperar el aliento cuanto quisiese sentada a la sombra. Entonces se le ocurrió coger el autobús, que casualmente iba en la dirección que tenía que tomar. La idea, por una parte muy lógica si además tenemos en cuenta que era gratuito, chocó por un momento con algo en la cabeza de la mujer. Tan sólo que nunca le había gustado montar en autobús. Mas bien le gustaba una vez se había subido. Pero supongo que era su ecologismo radical o quién sabe que otra extraña razón lo que hacía que siempre acabase yendo a pie a todos los lados. Pero aquel día no era normal, y mandando a tomar vientos sus principios cogió el siguiente autobús pese a que todas la fibras de su cuerpo se negaban y su cerebro se limitaba a observar atónito. Una vez dentro, se sentó cerca de la ventana y empezó a disfrutar del paisaje hasta que llegó la parada. Al acercarse a la puerta, observó como una moneda brillaba justo ante sus pies. Justo antes de bajar por la puerta se agachó para recogerla mientras se alegraba de su buena suerte. Una vez en la calle, tuvo que maniobrar evitando las mesas que una heladería había sacado a la acera.


Y en este momento estaba degustando un sabroso helado comprado con la moneda. Sabía a algo un poco raro, no sabía si a frutas, algo dulce parecido a la vainilla o si también tenía parte de licor. Pero le encantaba. Además el vaso era muy grande (y la cuchara pequeñita) así que tendría bastante tiempo de disfrute.

Metiéndose otra cucharada en la boca, se puso a ver la gente pasar, a ver pasar el tiempo.

Mirando alrededor

A mi alrededor todos están distraídos, a lo suyo. Sentados en filas unos detrás de otros. Las sillas, aparentemente mullidas, forradas de terciopelo oscuro. Tienen que ser cómodas juzgando la expresión de sus caras. Cada uno feliz mirando su ombligo mientras el tiempo pasa. Y no les falta razón. Si levantasen los ojos de su persona claramente no disfrutarían tanto como lo estaban haciendo.

El entorno aparece quemado, inhóspito. El viento salvaje arranca de cuajo las pocas plantas que se atreven a crecer. Y si alguna consigue agarrarse al pedregoso suelo el calor y sequedad del aire se encarga de marchitarla al poco tiempo.

Vuelvo a mirar al resto, obcecados en sus mundos. Parece que nadie se ha dado cuenta de nada. Vuelvo a repasar el panorama justo antes de que suene el pitido. La señal de que es hora de volver.

Visto así...

- No, si tampoco ha sido tanto tiempo. Pero tan sólo nos encontramos y digamos que encajamos muy bien. No nos veíamos mucho y tampoco pasó mucho, pero había una complicidad...

- ¿Hasta que punto?

- Joder, no sé...

- ¿Le habrías dedicado esta canción?


- Jajaja. No, no tanta. Al final quizá no fuese para tanto.


Genio y figura

El salto (y II)

Tras la breve sensación de ingravidez el frescor del agua le rodeó por completo. Abrió los ojos bajo ella y comprobó que la luz exterior apenas se filtraba hasta donde él estaba, pese a que podía ver su alrededor con facilidad. Con cada célula de su cuerpo reaccionando con violencia al frío que, sin embargo se le antojaba agradable, elevó la cabeza hacia arriba. La superficie tenía un leve brillo fluorescente, grisáceo. Como si la niebla exterior se estuviese filtrando hasta el fondo poco a poco.

Era extraño, porque no tenía necesidad de respirar. Permaneció bajo el agua con el cuerpo ya acostumbrado a la temperatura y disfrutando de una extraña tranquilidad tan suave y agradable como el líquido que le rodeaba. Tan a gusto estaba que pasó mucho tiempo, quizá un par de meses, flotando en la penumbra.

Entonces la niebla llegó hasta donde él estaba, y con ella un descenso de temperatura que le puso los pelos de punta. Mirara donde mirase no podía ver nada. La espesa niebla ocultaba todo.

La situación había cambiado. Ya no estaba tranquilo. Ni cómodo. Quizá ya no fuese el mismo que saltó al agua. Sea como fuere, decidió salir de allí. Buceó hacia arriba con rapidez, aunque a pocos metros de la superficie frenó, dudando. Sabía que una vez fuera, empapado, tendría mucho frío. Mucho más que el que estaba sufriendo entre la niebla. Pero también tenía claro que no debía permanecer allí abajo, incómodo, aunque la salida fuese dolorosa.


Se dió impulso con los brazos. Desde fuera, si no fuese por la niebla, se podría haber visto una mano emerger del agua.

Un anuncio

Se venden o alquilan sueños. Reales, irreales, ambiciosos o modestos (éstos últimos a mitad de precio) Largos, cortos, neutros o de los que dejan huella. Para soñarlos dormido, despierto o para que te los cuente otra persona.

Condiciones de financiación a convenir. Pago al contado o sin contar. A plazos mensuales, semanales, anuales o vitales (siempre puede dejar un recuerdo a sus hijos)

Si por algún casual usted acaba viviendo su sueño y por tanto éste deja de tener sentido... Lo sentimos, no se devuelve el dinero.

Reflexiones varias:Tengo que dejar de dejar de lado las drogas

El salto

Sin saber muy bien cómo, se encontró de nuevo frente a aquella playa rocosa. La niebla hacía que casi no pudiese ver el agua, pero allí estaba. La intuía. De ese extraño azul mezclado con marrón no sabías muy bien si estabas mirando agua o el fondo de arena.

Recordó la última vez que se pasó por allí. Hacía cinco años y muchas cosas habían cambiado ¿O quizá cuatro?. Da igual, con uno habría bastado.

El agua relucía como la otra vez, pero tenía matices extraños que sin embargo no conseguían mitigar una cierta familiaridad en todo el panorama. Por las alturas no vio nada. Ni rastro de aquella bandera roja que le desanimó a bañarse la vez anterior, hacía... ¿tres años?. Ahora lo recordaba todo tan bien que le parecía aún menos.

Se desnudó y se acercó a la escarpada orilla, y a pesar de ello no llegaba a ver bien el agua por la niebla que se acumulaba a baja altura. Allí frente la inmensidad, sintiéndose pequeño como un guijarro la visión era mas intranquilizadora aún. La duda le duró un suspiro así que siguiendo la frase hecha se decidió tirarse a la piscina sin mirar si había agua. Cerró lo ojos y cogiendo un poco de carrerilla se lanzó de un salto conteniendo la respiración...

Chof

Un parón

Pues eso, que no escribo mucho últimamente. Que ando liado con demasiadas cosas y a pesar de que tengo ideas y comienzos la verdad es que no tengo tiempo para sentarme a escribir como Dios manda. Ni para hacerlo como me gusta :-)
Vamos, que me tomo unas vacaciones de esto. Que estos dias me toca vivir.



I´ll be back

Les Luthiers

Me han pasado un vídeo por correo hace poco de Les Luthiers. Yo solo he ido una vez a verlos durante un viaje, en Argentina, y la verdad es que los que engañé para que me acompañaran que me acompañaron no conocían al grupo. A la salida del teatro no se les veía arrepentidos, eso sí. El sketch del video lo vi en directo y me trae un montón de recuerdos del viaje. Ainsss, a ver si vuelvo...
Bueno, aquí está

¿Y esto?

Haciendo limpieza a lo bruto, entre las hojas de un libro, encontré un hoja pequeña doblada. Había escrito algo, pero a pesar de reconocer mi letra no recuerdo el momento en el que lo escribí:

No quiero salir
No te quiero ni ver
No me importas nada
El mundo al revés


La letra es algo mas fea de lo normal, así que supongo que lo escribí o en mitad de una noche sin poder dormir o cargado de mala leche contra el mundo en general. O ambas, también puede ser. Recuerdo haber leído el libro hace muuucho tiempo (quizá con 13 o 14 años). Supongo que lo escribí con esa edad, pero no llego a asociar la escritura de la nota con una de esas experiencias vitales que a veces engañosamente nos parecen tan trascendentales.
Joder, lo raro es que lo haya encontrado ahora.

Nota mental 1: Hacer limpieza a fondo más a menudo para no tener estos líos Nota mental 2: Buscar entre las páginas de los libros que vaya a prestar antes de hacerlo

Redirección

Sentado en una mesa de la cafetería, el chaval hablaba por el móvil mientras pasaba el dedo por el borde de una jarra medio llena de cerveza. Estaba hablando con otro amigo. El resto del grupo miraba/escuchaba cómplice:

- Sí, eso parece. Al menos los que estamos aquí si que nos vamos a quedar un rato - dijo mirando al resto con una ojeada rápida - La idea es quedarnos por algún garito de aquí cerca. Anda, que no te vemos el pelo nunca. Ya tenemos ganas de hablar un rato contigo y nos cuentes que es de tu vida...Pero venga, ven aquí que habíamos quedado a las Tantas y ya llegas media hora tarde...

- Vale, es que pensaba avisar a Fulanita (su novia) para que venga con nosotros...

Medias sonrisas generalizadas junto a algún gesto de ligero fastidio

- Tío, no me vengas ahora con...

- ...y decía que había quedado con sus amigas por allí cerca. ¿Perdona?

Ojos como platos mirando al interlocutor. Uno de ellos subió una ceja. Las chicas sonrieron mirándose entre sí.

- No, que el local al que vamos a ir es pequeñajo pero cabemos, hoy no habrá mucha gente. Bueno, que te vengas para acá

- Vaaale. Nos vemos en un rato

Discutiendo

- ¡No insistas! No hay nada de real en esto. Lo que veo reflejado no puede existir en realidad...

Parado frente a un espejo de medio cuerpo, mirando su imagen con fijeza con los ojos abiertos de puro asombro. Hablando continuamente sin que supiese muy bien a quien se dirigía. Yo le observaba sentado, todo lo tranquilo que podía estar en aquella situación. Quizá un poco más. Pese a que estaba ahí mismo, a menos de dos metros de mí, una sensación de indiferencia o mas bien impersonalidad me mantenía pegado a las silla. Sí, impersonalidad. No había ni rastro de curiosidad en todo aquello.


Mientras tanto, el seguía con su perorata sin sentido. Parecía hablar consigo mismo, con su reflejo, pero las contestaciones que recibía en su imaginación parecían hacerle sufrir enormemente.

¡Pero piénsalo! - desencajada la mandíbula y con el brazo extendido señalándose a sí mismo, a su reflejo - Esto no tiene ningún sentido... Sí, lo sé. Ya me lo has repetido unas cincuenta veces pero yo te digo que tiene que haber alguna explicación razonable.

Calló de pronto, y lentamente cayó sobre sus rodillas. Permaneció un par de minutos en silencio mirando hacia ningún lugar concreto y se levantó apoyándose en una de sus rodillas. Se acercó a la cama y tras recoger la colcha, la usó para tapar el espejo. Tomó aire con tranquilidad y se dio la vuelta. Vi su rostro, sus ojos, que irradiaba una serena tranquilidad. Posiblemente también una resolución que le había hecho mudar la expresión de sufrimiento que mostraba pocos minutos antes. Extendido el brazo hacia mí dijo con suavemente:

- Y bien. ¿Nos vamos?

"Imagen, además de colgada en el salón encima del sofá"

Un par de muletas

De niño era bastante activo. Siempre arriba y abajo, no paraba ni un segundo. Jugando con la pelota, corriendo tras los pájaros hasta que se elevaban, subiéndose a los árboles o simplemente corriendo por ahí. Por eso no era raro el día en el que aparecía con algún chichón, arañazo... o algo peor.

Se había torcido el tobillo en innumerables ocasiones. Y hasta se rompió el peroné un par de veces. Cada uno. Pero era un chico fuerte, y sanaba rápido. Menos mal, porque los días se le hacían eternos esperando para poder salir corriendo como antes y volver a romperse algo. En esas temporadas de relativa inmovilidad se le veía acompañado de un par de muletas, siempre las mismas, con las que se movía con la soltura que da la práctica. Pasado un tiempo acompañado por ellas, apoyando su peso cuando necesitaba ayuda, iba recuperándose hasta que todo volvía a la normalidad. Entonces las limpiaba y las dejaba apoyadas en un armario en su cuarto, siempre cerca, sabiendo que dentro de algún tiempo volvería a necesitarlas.


Ahora, ya bastante más crecido, seguía las seguía manteniendo en el mismo lugar. Habían pasado tanto tiempo juntos que les tenía un especial cariño. Y de hecho las había seguido necesitando en varias ocasiones. De camino a la calle, resbaló en los escalones del portal. El dolor era tan intenso que no podía apoyar la pierna derecha. Una espera, un trayecto al hospital, otra espera y una flamante pierna escayolada. Le ayudaron a subir hasta la puerta de su casa, y allí le dejaron ante su insistencia. Cruzó el salón a pata coja hasta su habitación buscando el armario. Primero con sorpresa, luego con tristeza, comprobó que las muletas ya no estaban allí.

Desde cero

Me perdía en la hoja en blanco que descansaba en la mesa. Todo idéntico, todo igual. Sin diferencias. Era uno de los motivos por los que no utilizaba papel cuadriculado para escribir.


Como por la noche al cerrar los ojos, en ese fondo se empezaban a dibujar contornos caprichosamente. La mayoría de las veces no eran nada (bueno, realmente nunca son nada) Pero en contadas ocasiones de una de esas manchas (como si del test de Rorschach se tratara) surgía una figura que me sugería una idea, una historia, una sensación...

Luego tendría que retenerlo. Sentirlo, pensarlo, imaginarlo o quizá todo a la vez. Recordarlo y salir de la hoja en blanco, agarrar un bolígrafo y, si había tiempo, dejar constancia de lo ocurrido. La mayoría de las veces me limitaba a dejar una especie de guión, ideas claves a seguir para cuando tuviese tiempo para intentar redactarlo.

Y eso podía ser pronto, tarde, o nunca.

De vuelta

- Venga, ¡tómese un vino!

- No hijo, que me he tomado la pastilla esta mañana

- Bueno, pues un mosto

- La última vez que fui al doctor tenía alto el azúcar.Esta edad...

- Vaya, pues entonces pida lo que quiera

Un triste vaso de agua se tomó el pobre hombre. Pero por lo menos picó de la empanada (el jodío)
Independientemente, era un espectáculo verle/oirle poner a parir a Zapatero

Paciencia

Hacía varias semanas que el tiempo parecía ir más lento. Todo a su alrededor variaba con una perezosa cadencia que realmente demostraba que era él quien quizá fuese demasiado rápido. Empezó de forma gradual, poco a poco. A los pocos días empezó a notar los primeros cambios. Tardaba menos en llegar a los sitios, se movía más rápido, comprendía las cosas con rapidez...

Ahora mira aquellos tiempos con nostalgia. Seguía igual, pero su cuerpo no era el mismo. Tras tanto tiempo, lo notaba deteriorado, gastado. Creía que si se tomaba un descanso todo se arreglaría, pero no resultó como esperaba. Intentó parar, frenar. No pudo o, como comprendió poco después, no quiso.


Las horas del día parecían alargarse, el segundero del reloj de movía a la misma velocidad que el minutero mientras los días se hacían eternos. Postrado en la cama sin poder hacer nada, lo que hace unas semanas consideraba una bendición se tornaba en maldición.

- Paciencia - se dijo. - Todo llegará.

Éxtasis

La lluvia continuaba cayendo cuando el taxi paró frente a la cafetería. Abrió la puerta desde el interior y al instante recorrió con pasos decididos la acera hasta el local. Caminaba segura de sí misma, casi corriendo pese a llevar tacones, para evitar mojarse más de lo necesario. Una vez dentro, se sentó en una mesa mientras pedía un café. Mientras esperaba a que llegase, sacó de un bolsillo de su abrigo un mechero y metió la mano en el bolso.
Él la conocía de poco más de dos días. Siempre a su lado, esperando, se decía que aquella vez tendría su ansiada oportunidad. Cuando abrió el bolso, como de costumbre, sólo se pudo fijar en aquellos labios con los que había soñado durante toda su vida. No se pudo fijar en nada mas, quizá no le importase nada mas. Sabía que disfrutaría de ese momento, el mejor de su vida, durante poco tiempo. Y que después, poco después, todo acabaría para él. Pero solo quería sentir el contacto de esos labios colo rubí que parecían sonreír cada vez que le miraba.


La espera tuvo su recompensa. De repente, tuvo conciencia de sus ojos mientras se acercaba hacia él (¿o era al contrario?) Su cabeza se negaba a responder. Sintió el contacto de sus labios, de aquellos brillantes labios que hasta ahora sólo había podido imaginar. Una suave y húmeda calidez le embargó al instante, y apenas sintió el agudo dolor que crecía poco a poco. Con un torbellino de sensaciones, gozó los mejores instantes de su vida.
El camarero dejó el café en la mesa. Ella, que lo había estado esperando con impaciencia, apagó la reducida colilla aplastandola contra el cenicero.

Foto de Myki

Una explicación

- Pero...¡¿que haces?!

- Pues...

- No te das cuenta de que entonces...

- Si, si. Lo sé.

- Vale. Comencemos de nuevo ¿Que estás haciendo?

- A ver. No lo entenderías. No estás en mi situación. Comprende que...

- Coño, deja de hacer el imbécil anda. Cualquiera que te vea...

- Si no es cuestión de lo que piense (porque pienso lo mismo que tú) Es lo que siento. Dentro, muy dentro, hay algo que me empuja a hacerlo. Cada vez que lo pienso soy consciente de que no es lo mejor, pero siento que tengo que hacerlo.

- Tu andas escasito de fuerza de voluntad creo yo.

- Quizá en otros aspectos, pero no en éste. Soy perfectamente consciente de que no debo hacerlo, pero me siento mal al no hacerlo. Es mas bien una cuestión de... coherencia.

- Vengaaaa

Resistente, pero frágil

Con la paleta removía poco a poco la masa. Tras añadir agua, sólo faltaba aplicarla y esperar a que se secase. Con cuidado, recubrió su pierna derecha, la única parte del cuerpo que contrastaba con el tono gris que había adquirido la mezcla al secarse. Sentándose, empezó con la parte delantera descargando la paleta sobre la piel y extendiéndola con las manos. La parte de atrás era siempre más complicada. Es menos accesible y no ves muy bien lo que estás haciendo. Pero al poco rato acabó. Todo su cuerpo estaba recubierto de aquella grisácea pasta endurecida, salvo la pierna que aún no estaba seca y tenía un color algo más oscuro.
Permaneció así un par de días, humedeciendo de vez en cuando la superficie de la pierna para que no se formasen grietas por un secado demasiado repentino. Una vez seco, se levantó con cuidado. No estaba acostumbrado a tanto peso y parecía que fuese a perder el equilibrio en cualquier momento, pero poco a poco se fue acostumbrando. Caminó por la casa e incluso salió un rato por la calle. La capa que recubría su cuerpo le aislaba del exterior. El calor del sol llegaba a duras penas hasta su piel, y siempre que se mantuviese un buen rato bajo sus rayos. Al cruzar la calle tropezó con uno de los bolardos, pero salvo el tropiezo no acusó dolor ninguno. En cambio, el bolardo quedó torcido y un poco abollado por el golpe.
Siguió por la calle encantado con su actual estado. Con una extraña sensación de poder, se veía capaz de todo y miraba indiferente a su alrededor. Nada le afectaba. Y eso le gustaba.
A los pocos minutos, paseando se encontró con ella. Intercambiaron un par de frases, pero tenía prisa y se separaron pronto. Cuando se hubo alejado continuó avanzando distraído y a los pocos pasos tropezó con una baldosa rota y cayó hacia delante. En la caída apoyó las manos, cuyas muñecas le dolían ahora terriblemente. Se levantó y observó con sorpresa que tenía las palmas de las manos desgarradas y sangrando.

Comprendiendo todo se dio la vuelta y comprobó que en el suelo, donde se había despedido de ella, yacían desperdigados todos los fragmentos de la capa que antes protegía su cuerpo.

En el infierno con aire acondicionado

Con la mañana del día siguiente, comenzó la nueva estación. El sol quemaba desde lo alto haciendo sufrir a las criaturas que intentaban esconderse de su vista. Las plantas, sin oportunidad de huir, se iban agostando poco a poco a medida que el tiempo pasaba. El cielo era como un lienzo rajado. Nubes alargadas y blancas se desplazaban por el cielo a gran velocidad empujadas por un viento tan inclemente como el astro que brillaba en lo alto, de forma que prácticamente no cubrían el sol en ningún momento y si por casualidad lo hacían su paso era tan rápido que apenas daba un respiro a la superficie del planeta.

Se podía creer que la situación mejoraba por la noche, pero no era así. El viento incansable continuaba soplando con fuerza pero ahora, debido a la ausencia del Sol, traía un frío que se metía en los huesos de las criaturas.
En este mundo aparecí sin saber muy bien cómo ni por qué. Sufrí y sigo sufriendo lo que os acabo de narrar, pero no importa. No os diré que preferiría otras condiciones, pero al alzarme cada mañana sólo veo dibujos maravillosos que el viento traza sobre la arena, en los árboles nuevos brotes en la base de ramas que parecían secas y de forma puntual, a alguna criatura procreando y aumentando la familia en un entorno donde sólo parece pasear la muerte. Podéis pensar que estoy ciego, o tal vez que ahora veo todo con total claridad. Que pronto veré las cosa de otra manera o que el cambio es irreversible. Quizá os guste, o no, lo que os digo. No lo sé. Me conformo tan sólo con explicar la situación

Imagen

Ni rastro

Dejé a un lado el bolígrafo, y sostuve el cuaderno con una mano. Miré una última vez la página escrita a medias. Era la segunda o tercera del cuaderno, el resto estaban vacías. Listas para ser llenadas de situaciones, emociones, experiencias y sueños.

No éste cuaderno

Realmente no fue una buena idea empezarlo. En ningún momento tuve la certeza de que fuese bueno hacerlo, pero lo hice. Quizá la tentación fuese demasiado fuerte y seguramente coincidieron un mal momento, una mala situación y un descuido propio. Pero ahora nada tiene sentido, sólo se que no voy a seguir.

Me acerqué a la chimenea, donde el fuego crepitaba tranquilo, y arrojé el cuaderno entre las brasas. Las llamas se avivaron al instante al devorar el papel y lentamente todo se tranquilizó, quedando solo los restos grises del papel quemado.


Me dirigí a la cocina para tomar un vaso de agua. Había hecho lo correcto, estaba seguro. Sin embargo un intenso sabor a ceniza me inundaba la boca

En marcha

Volvía por el pasillo rodeado de rosales que llevaba hasta la puerta de la casa. Con cuidado de que las ruedas de la maleta que arrastraba tras de sí no se atascasen con las hierbas que habían crecido desde la última visita, llegó a la puerta mientras buscaba las llaves en el bolsillo de la gabardina. Mientras las sacaba y buscaba la correcta, miró a su espalda el descuidado jardín. Años atrás no existían esas hierbas en el camino, ni los árboles necesitaban una poda. Las jardineras que antaño rebosaban de flores y plantas aromáticas estaban vacías. Solo se podían ver los restos secos de las antiguas colonas asediadas ahora por ortigas e incluso algún cardo.
Abrió la puerta para pasar al interior y dejar la maleta a un lado de la puerta. Todo permanecía como lo dejó. Los muebles, las ventanas y cortinas...todos estaban cubiertos por una gruesa capa de polvo que hacía que apenas se pudiese distinguir el color original de los objetos. Subió las escaleras para comprobar que, al igual que en la planta inferior, no había nada fuera de lugar en la sala de lectura y su habitación.
Volvió a salir al exterior, agradecido de que el sol le librase al menos por un momento de la tristeza que le producía ver todo en ese estado. Los tonos grises del interior junto a la oscuridad de tener todo cerrado a cal y canto hacía que se le cayese el alma a los pies. No podría cambiar todo aquello. Sabía que independientemente de lo que hiciese la casa no podría convertirse en lo que siempre había querido.
Se sentó en uno de los desvencijados bancos que crujió como quejándose al notar su peso. Tenía dos opciones: agarrar la maleta y volver por donde había venido o entrar en la casa, limpiar su cuarto y la cocina y el día siguiente pues...ya vería. Se levantó del banco, que volvió a crujir peligrosamente. Mañana echaré un ojo a este banco

Simpático

Vale, vale. Volvamos dos segundos antes de que le mires con cara de asco. Ahora piensa que nos habíamos fijado en el vestido, en especial en ese chinote que tienes en el centro del pecho... Y por último, si no es mucho pedir, id al baño a comprobar lo del agujero del vestido. Así nos sentamos ahí.

Lo que tiene salir en temporada de exámenes. Que me sienta bien.

Un largo paseo

A menudo pienso qué es lo que me incita a seguir. Porque no tengo ni idea, la verdad. Y tampoco queda muy claro qué suceso o conjunto de situaciones me colocaron en el punto de partida. Pero es así. Estoy. Aquí. Así.
¿Donde va a parar todo esto? Ni idea. Sólo sé que se sigue pasito a pasito. El "sueño americano" pasa por aquí cerca, pero no me convence demasiado. El Destino me espera sentado en un banco al lado del camino. Tampoco me detengo.


Sigo caminando perdido durante una o dos millas hasta que encuentro la solución. Sin parar de andar cierro los ojos. Que dejen de guiarme

En tensión

La visión era algo borrosa, con un matiz onírico que irradiaba desde cada partícula a la vista. Sentada escuchaba a su alrededor. Pero no distinguía nada. Ni veía ni oía nada a su alrededor, a pesar de tener esa instintiva sensación de que alguien merodeaba cerca. Se concentró para mantener el control y casi lo logró hasta que, notando como se erizaban los pelos de su nuca, percibió algo a su espalda. Se giró preparándose para lo peor, pero no estaba preparada para no encontrar nada. Poniéndose en pie empezó a girar sobre sí misma buscando. Pero siempre es más fácil buscar si sabes lo que quieres que encontrar.

No entendía nada. No sabía que era lo que quería de ella. Ni siquiera la había tocado, no parecía querer causar ningún daño. Tan sólo se limitaba a acercarse por la espalda, donde sus ojos no podían llegar. Pero siempre, en el momento crítico, desaparecía al girar la cabeza. Era como si quisiese algo de ella, algo físico. Robárselo.

Desesperada, se inclinó sobre el suelo, guardando no sabía muy bien qué en su regazo. No tenía nada. No entendía nada. Y percibió, ésta vez mucho mas cerca, algo a su espalda. Un grito de alerta y un tenue contacto se produjeron al unísono.


Abrió los ojos molesta por la luz que se colaba entre la persiana de su habitación. Incorporándose desde la cama, a su alrededor, pudo ver el familiar entorno de su cuarto. Todo había sido un sueño, un mal sueño. Allí no había nadie. La habitación estaba como siempre. Sin embargo en lo más profundo de su corazón notaba que faltaba algo. Algo que no llegaba a identificar, pero que había sido cortado de raíz. Algo que pudo ser o no serlo, pero que ni siquiera tuvo la oportunidad de crecer. Enfadada, confundida y angustiada, se dejó caer de golpe sobre la almohada.

Hace 200 años

Casi se me pasa, y mira que lo leí hace un par de días. Un 19 de Enero hace 200 años, en Boston, nacía Edgar Allan Poe.


Seguramente habréis leído algo, o al menos os sonará :P
Si no, podéis tirar de Wikipedia o mejor, si tenéis tiempo leer alguno de sus relatos cortos (como el Pozo y el Péndulo) o algún poema (recomiendo El Cuervo)

Entretenimiento

En estos días de estudio de vez en cuando me viene bien desconectar un rato con algún vídeo de esos que me hacen gracia aunque los vea mil veces. Éste es uno de ellos. Una demostración del método científico en toda regla.


Es un fragmento de una pelicula de los Monty Python, Los Caballeros de la Mesa Cuadrada.
Tengo debilidad con esta gente, será porque se les va la pinza...
Espero que os guste

El bache

Era un encanto de muchacha. Llevaban saliendo alrededor de un año, prácticamente desde que se conocieron. Supongo que fue un flechazo, si pudiese imaginar un angelito cargando con un arco y volando por los aires. No todo fue perfecto, sin embargo. Tuvieron momentos difíciles, pero la relación salió más fortalecida tras cada bache. Hasta que se toparon con un bache demasiado pronunciado.

Él era bastante tímido y ella era todo lo contrario, por eso verlos hablar era como asistir a una conferencia. Ella estaba continuamente mirando a su alrededor, preguntándose por todo lo que veía. En cuanto a él, lo mas probable es que estuviese en la parra, con sus cosas. Ella tenía la cabeza despejada y una seguridad inquebrantable. De la cabeza de él mejor no hablamos (ni de sus extraños gustos y comportamiento), y su seguridad era comparable a la de un puente hecho con cerillas al que se prende fuego. ¿Algo mas? Vale, ella era extremadamente celosa y él... bueno, nunca había pensado en ello.

Todo ocurrió una tarde. Habían quedado en una cafetería que frecuentaban desde hacía tiempo. Él llegó un poco antes, y se sentó en una mesa a esperar mientras pedía un café. La melena pelirroja de ella no tardó mucho en aparecer tras la puerta de la cafetería. Venía radiante. Charlaron sobre nimiedades hasta que ella reparó en algo que encontró sobre el jersey de él. Señalando con el dedo preguntó que era. Extrañado bajó la mirada para encontrar un pelo de casi medio metro de largo, negro como los de su cabeza, enganchado a la lana del jersey. Se le cayó el alma a los pies. Desde que un amigo le prestó una recopilación del libro Guiness de los Records no había parado de leerlo. Y la historia de aquel indio que se había dejado crecer un único pelo de su cabeza hasta llegar a los dos metros le había impactado.

- Mierda - fue lo único que pudo decir con lagrimas en los ojos. Ella lo vio claro pero el autocontrol y la vergüenza de dar un espectáculo hicieron que, a pesar de mirarle con ojos de asesina, tuviese la suficiente sangre fría para despedirse y dejar el dinero de su parte de la cuenta antes de salir por la puerta.

Sentado en la silla, luchó por contenerse y no tirar la taza de café contra algo o alguien. No pudo decir nada antes, durante o después de su marcha. Su lengua parecía no responder. Se sentía como un imbécil, como el que ha echado a perder algo por un descuido o desidia. Empezó a recordar todo el tiempo que había pasado y que había tirado a la basura por esa tontería, ese error tan idiota. Durante unos breves segundos le faltó el aire. Inconscientemente, se llevó la mano al cuello mientras sentía como la rabia se le subía a la cara. Jamás debió haberse puesto ese jersey, siempre le costaba una barbaridad ponérselo y quitárselo con aquel cuello tan estrecho. Extendió los brazos pensativo.
- Aproximadamente metro y medio. Bueno, más se perdió en la guerra.

Casi un monólogo

- Mira, es que no entiendo muy bien lo que te pasa pero yo lo veo así:Vale que no tengas la cabeza muy clara y estés hecho un lío. También es verdad que la vida ahora es mas flexible y tienes muchas mas opciones que antes. Sin embargo lo que no veo normal es tanto altibajo, tanto cambio. Abres la manos para coger mucha cantidad de todo sin darte cuenta que necesitas ser capaz de cerrarlas para poder mantenerlo. Por eso siempre acabas hasta arriba de cosas, y no terminando todo porque al final todo lo que haces lo acabas haciendo a medias. De todas formas, al menos, parece que disfrutas de la vida viviendo así...

- Puede que tengas razón, al fin y al cabo tienes mas experiencia acumulada. Quizá me comporte como un crío. Pero deja que te pregunte algo: ¿Conoces bien tus límites, hasta donde puedes llegar?

- Sí, hace mucho tiempo. De hecho creo que es lo que necesitas. Deberías intentar...

- ¿Y no te queda la duda flotando de que puede que te estés subestimando?

Cambios repentinos

Con la luz de la estancia, cuesta un poco ver a los diminutos peces dentro de la pecera. Pese a sus llamativos colores se distinguen malamente del fondo que muestra en un papel plastificado un escenario marino. Pero si te acercas lo suficiente, los ves nadar tranquilos por todo el volumen de agua que contiene la pecera. Unos prefieren rozar las piedrecitas del suelo con las aletas, otros se dedican a nadar entre los adornos del fondo o el alga de plástico mientras la mayoría flota a media altura a escasa velocidad abriendo la boca con esa expresión boba cada pocos segundos.

Click

En cuanto se enciende la luz de la pecera todos los peces se apresuran hacia la superficie. Dejan lo que estuviesen haciendo pocos segundos antes para preocuparse de algo más acuciante y bastante más primario como es la alimentación.
Se arraciman en la superficie bajo la esquina desde la que siempre cae la comida por arte de magia empujándose entre ellos. Ahora, con la luz que proyecta el fluorescente es posible distinguir las centenas de tonalidades que reflejan sus escamas y cola. La mayoría de los copos son devorados en cuanto caen al agua antes incluso de llegar a empaparse.

Clack

Cuando se apaga la luz parece que el tiempo se vuelve más lento. Poco a poco cada pez deja la superficie del agua para volver a su estado anterior. Al fondo, cerca del adorno del barco naufragado o simplemente boqueando a media altura.