En tensión

La visión era algo borrosa, con un matiz onírico que irradiaba desde cada partícula a la vista. Sentada escuchaba a su alrededor. Pero no distinguía nada. Ni veía ni oía nada a su alrededor, a pesar de tener esa instintiva sensación de que alguien merodeaba cerca. Se concentró para mantener el control y casi lo logró hasta que, notando como se erizaban los pelos de su nuca, percibió algo a su espalda. Se giró preparándose para lo peor, pero no estaba preparada para no encontrar nada. Poniéndose en pie empezó a girar sobre sí misma buscando. Pero siempre es más fácil buscar si sabes lo que quieres que encontrar.

No entendía nada. No sabía que era lo que quería de ella. Ni siquiera la había tocado, no parecía querer causar ningún daño. Tan sólo se limitaba a acercarse por la espalda, donde sus ojos no podían llegar. Pero siempre, en el momento crítico, desaparecía al girar la cabeza. Era como si quisiese algo de ella, algo físico. Robárselo.

Desesperada, se inclinó sobre el suelo, guardando no sabía muy bien qué en su regazo. No tenía nada. No entendía nada. Y percibió, ésta vez mucho mas cerca, algo a su espalda. Un grito de alerta y un tenue contacto se produjeron al unísono.


Abrió los ojos molesta por la luz que se colaba entre la persiana de su habitación. Incorporándose desde la cama, a su alrededor, pudo ver el familiar entorno de su cuarto. Todo había sido un sueño, un mal sueño. Allí no había nadie. La habitación estaba como siempre. Sin embargo en lo más profundo de su corazón notaba que faltaba algo. Algo que no llegaba a identificar, pero que había sido cortado de raíz. Algo que pudo ser o no serlo, pero que ni siquiera tuvo la oportunidad de crecer. Enfadada, confundida y angustiada, se dejó caer de golpe sobre la almohada.

Hace 200 años

Casi se me pasa, y mira que lo leí hace un par de días. Un 19 de Enero hace 200 años, en Boston, nacía Edgar Allan Poe.


Seguramente habréis leído algo, o al menos os sonará :P
Si no, podéis tirar de Wikipedia o mejor, si tenéis tiempo leer alguno de sus relatos cortos (como el Pozo y el Péndulo) o algún poema (recomiendo El Cuervo)

Entretenimiento

En estos días de estudio de vez en cuando me viene bien desconectar un rato con algún vídeo de esos que me hacen gracia aunque los vea mil veces. Éste es uno de ellos. Una demostración del método científico en toda regla.


Es un fragmento de una pelicula de los Monty Python, Los Caballeros de la Mesa Cuadrada.
Tengo debilidad con esta gente, será porque se les va la pinza...
Espero que os guste

El bache

Era un encanto de muchacha. Llevaban saliendo alrededor de un año, prácticamente desde que se conocieron. Supongo que fue un flechazo, si pudiese imaginar un angelito cargando con un arco y volando por los aires. No todo fue perfecto, sin embargo. Tuvieron momentos difíciles, pero la relación salió más fortalecida tras cada bache. Hasta que se toparon con un bache demasiado pronunciado.

Él era bastante tímido y ella era todo lo contrario, por eso verlos hablar era como asistir a una conferencia. Ella estaba continuamente mirando a su alrededor, preguntándose por todo lo que veía. En cuanto a él, lo mas probable es que estuviese en la parra, con sus cosas. Ella tenía la cabeza despejada y una seguridad inquebrantable. De la cabeza de él mejor no hablamos (ni de sus extraños gustos y comportamiento), y su seguridad era comparable a la de un puente hecho con cerillas al que se prende fuego. ¿Algo mas? Vale, ella era extremadamente celosa y él... bueno, nunca había pensado en ello.

Todo ocurrió una tarde. Habían quedado en una cafetería que frecuentaban desde hacía tiempo. Él llegó un poco antes, y se sentó en una mesa a esperar mientras pedía un café. La melena pelirroja de ella no tardó mucho en aparecer tras la puerta de la cafetería. Venía radiante. Charlaron sobre nimiedades hasta que ella reparó en algo que encontró sobre el jersey de él. Señalando con el dedo preguntó que era. Extrañado bajó la mirada para encontrar un pelo de casi medio metro de largo, negro como los de su cabeza, enganchado a la lana del jersey. Se le cayó el alma a los pies. Desde que un amigo le prestó una recopilación del libro Guiness de los Records no había parado de leerlo. Y la historia de aquel indio que se había dejado crecer un único pelo de su cabeza hasta llegar a los dos metros le había impactado.

- Mierda - fue lo único que pudo decir con lagrimas en los ojos. Ella lo vio claro pero el autocontrol y la vergüenza de dar un espectáculo hicieron que, a pesar de mirarle con ojos de asesina, tuviese la suficiente sangre fría para despedirse y dejar el dinero de su parte de la cuenta antes de salir por la puerta.

Sentado en la silla, luchó por contenerse y no tirar la taza de café contra algo o alguien. No pudo decir nada antes, durante o después de su marcha. Su lengua parecía no responder. Se sentía como un imbécil, como el que ha echado a perder algo por un descuido o desidia. Empezó a recordar todo el tiempo que había pasado y que había tirado a la basura por esa tontería, ese error tan idiota. Durante unos breves segundos le faltó el aire. Inconscientemente, se llevó la mano al cuello mientras sentía como la rabia se le subía a la cara. Jamás debió haberse puesto ese jersey, siempre le costaba una barbaridad ponérselo y quitárselo con aquel cuello tan estrecho. Extendió los brazos pensativo.
- Aproximadamente metro y medio. Bueno, más se perdió en la guerra.

Casi un monólogo

- Mira, es que no entiendo muy bien lo que te pasa pero yo lo veo así:Vale que no tengas la cabeza muy clara y estés hecho un lío. También es verdad que la vida ahora es mas flexible y tienes muchas mas opciones que antes. Sin embargo lo que no veo normal es tanto altibajo, tanto cambio. Abres la manos para coger mucha cantidad de todo sin darte cuenta que necesitas ser capaz de cerrarlas para poder mantenerlo. Por eso siempre acabas hasta arriba de cosas, y no terminando todo porque al final todo lo que haces lo acabas haciendo a medias. De todas formas, al menos, parece que disfrutas de la vida viviendo así...

- Puede que tengas razón, al fin y al cabo tienes mas experiencia acumulada. Quizá me comporte como un crío. Pero deja que te pregunte algo: ¿Conoces bien tus límites, hasta donde puedes llegar?

- Sí, hace mucho tiempo. De hecho creo que es lo que necesitas. Deberías intentar...

- ¿Y no te queda la duda flotando de que puede que te estés subestimando?

Cambios repentinos

Con la luz de la estancia, cuesta un poco ver a los diminutos peces dentro de la pecera. Pese a sus llamativos colores se distinguen malamente del fondo que muestra en un papel plastificado un escenario marino. Pero si te acercas lo suficiente, los ves nadar tranquilos por todo el volumen de agua que contiene la pecera. Unos prefieren rozar las piedrecitas del suelo con las aletas, otros se dedican a nadar entre los adornos del fondo o el alga de plástico mientras la mayoría flota a media altura a escasa velocidad abriendo la boca con esa expresión boba cada pocos segundos.

Click

En cuanto se enciende la luz de la pecera todos los peces se apresuran hacia la superficie. Dejan lo que estuviesen haciendo pocos segundos antes para preocuparse de algo más acuciante y bastante más primario como es la alimentación.
Se arraciman en la superficie bajo la esquina desde la que siempre cae la comida por arte de magia empujándose entre ellos. Ahora, con la luz que proyecta el fluorescente es posible distinguir las centenas de tonalidades que reflejan sus escamas y cola. La mayoría de los copos son devorados en cuanto caen al agua antes incluso de llegar a empaparse.

Clack

Cuando se apaga la luz parece que el tiempo se vuelve más lento. Poco a poco cada pez deja la superficie del agua para volver a su estado anterior. Al fondo, cerca del adorno del barco naufragado o simplemente boqueando a media altura.