En el infierno con aire acondicionado

Con la mañana del día siguiente, comenzó la nueva estación. El sol quemaba desde lo alto haciendo sufrir a las criaturas que intentaban esconderse de su vista. Las plantas, sin oportunidad de huir, se iban agostando poco a poco a medida que el tiempo pasaba. El cielo era como un lienzo rajado. Nubes alargadas y blancas se desplazaban por el cielo a gran velocidad empujadas por un viento tan inclemente como el astro que brillaba en lo alto, de forma que prácticamente no cubrían el sol en ningún momento y si por casualidad lo hacían su paso era tan rápido que apenas daba un respiro a la superficie del planeta.

Se podía creer que la situación mejoraba por la noche, pero no era así. El viento incansable continuaba soplando con fuerza pero ahora, debido a la ausencia del Sol, traía un frío que se metía en los huesos de las criaturas.
En este mundo aparecí sin saber muy bien cómo ni por qué. Sufrí y sigo sufriendo lo que os acabo de narrar, pero no importa. No os diré que preferiría otras condiciones, pero al alzarme cada mañana sólo veo dibujos maravillosos que el viento traza sobre la arena, en los árboles nuevos brotes en la base de ramas que parecían secas y de forma puntual, a alguna criatura procreando y aumentando la familia en un entorno donde sólo parece pasear la muerte. Podéis pensar que estoy ciego, o tal vez que ahora veo todo con total claridad. Que pronto veré las cosa de otra manera o que el cambio es irreversible. Quizá os guste, o no, lo que os digo. No lo sé. Me conformo tan sólo con explicar la situación

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Ni rastro

Dejé a un lado el bolígrafo, y sostuve el cuaderno con una mano. Miré una última vez la página escrita a medias. Era la segunda o tercera del cuaderno, el resto estaban vacías. Listas para ser llenadas de situaciones, emociones, experiencias y sueños.

No éste cuaderno

Realmente no fue una buena idea empezarlo. En ningún momento tuve la certeza de que fuese bueno hacerlo, pero lo hice. Quizá la tentación fuese demasiado fuerte y seguramente coincidieron un mal momento, una mala situación y un descuido propio. Pero ahora nada tiene sentido, sólo se que no voy a seguir.

Me acerqué a la chimenea, donde el fuego crepitaba tranquilo, y arrojé el cuaderno entre las brasas. Las llamas se avivaron al instante al devorar el papel y lentamente todo se tranquilizó, quedando solo los restos grises del papel quemado.


Me dirigí a la cocina para tomar un vaso de agua. Había hecho lo correcto, estaba seguro. Sin embargo un intenso sabor a ceniza me inundaba la boca

En marcha

Volvía por el pasillo rodeado de rosales que llevaba hasta la puerta de la casa. Con cuidado de que las ruedas de la maleta que arrastraba tras de sí no se atascasen con las hierbas que habían crecido desde la última visita, llegó a la puerta mientras buscaba las llaves en el bolsillo de la gabardina. Mientras las sacaba y buscaba la correcta, miró a su espalda el descuidado jardín. Años atrás no existían esas hierbas en el camino, ni los árboles necesitaban una poda. Las jardineras que antaño rebosaban de flores y plantas aromáticas estaban vacías. Solo se podían ver los restos secos de las antiguas colonas asediadas ahora por ortigas e incluso algún cardo.
Abrió la puerta para pasar al interior y dejar la maleta a un lado de la puerta. Todo permanecía como lo dejó. Los muebles, las ventanas y cortinas...todos estaban cubiertos por una gruesa capa de polvo que hacía que apenas se pudiese distinguir el color original de los objetos. Subió las escaleras para comprobar que, al igual que en la planta inferior, no había nada fuera de lugar en la sala de lectura y su habitación.
Volvió a salir al exterior, agradecido de que el sol le librase al menos por un momento de la tristeza que le producía ver todo en ese estado. Los tonos grises del interior junto a la oscuridad de tener todo cerrado a cal y canto hacía que se le cayese el alma a los pies. No podría cambiar todo aquello. Sabía que independientemente de lo que hiciese la casa no podría convertirse en lo que siempre había querido.
Se sentó en uno de los desvencijados bancos que crujió como quejándose al notar su peso. Tenía dos opciones: agarrar la maleta y volver por donde había venido o entrar en la casa, limpiar su cuarto y la cocina y el día siguiente pues...ya vería. Se levantó del banco, que volvió a crujir peligrosamente. Mañana echaré un ojo a este banco

Simpático

Vale, vale. Volvamos dos segundos antes de que le mires con cara de asco. Ahora piensa que nos habíamos fijado en el vestido, en especial en ese chinote que tienes en el centro del pecho... Y por último, si no es mucho pedir, id al baño a comprobar lo del agujero del vestido. Así nos sentamos ahí.

Lo que tiene salir en temporada de exámenes. Que me sienta bien.

Un largo paseo

A menudo pienso qué es lo que me incita a seguir. Porque no tengo ni idea, la verdad. Y tampoco queda muy claro qué suceso o conjunto de situaciones me colocaron en el punto de partida. Pero es así. Estoy. Aquí. Así.
¿Donde va a parar todo esto? Ni idea. Sólo sé que se sigue pasito a pasito. El "sueño americano" pasa por aquí cerca, pero no me convence demasiado. El Destino me espera sentado en un banco al lado del camino. Tampoco me detengo.


Sigo caminando perdido durante una o dos millas hasta que encuentro la solución. Sin parar de andar cierro los ojos. Que dejen de guiarme