Discutiendo

- ¡No insistas! No hay nada de real en esto. Lo que veo reflejado no puede existir en realidad...

Parado frente a un espejo de medio cuerpo, mirando su imagen con fijeza con los ojos abiertos de puro asombro. Hablando continuamente sin que supiese muy bien a quien se dirigía. Yo le observaba sentado, todo lo tranquilo que podía estar en aquella situación. Quizá un poco más. Pese a que estaba ahí mismo, a menos de dos metros de mí, una sensación de indiferencia o mas bien impersonalidad me mantenía pegado a las silla. Sí, impersonalidad. No había ni rastro de curiosidad en todo aquello.


Mientras tanto, el seguía con su perorata sin sentido. Parecía hablar consigo mismo, con su reflejo, pero las contestaciones que recibía en su imaginación parecían hacerle sufrir enormemente.

¡Pero piénsalo! - desencajada la mandíbula y con el brazo extendido señalándose a sí mismo, a su reflejo - Esto no tiene ningún sentido... Sí, lo sé. Ya me lo has repetido unas cincuenta veces pero yo te digo que tiene que haber alguna explicación razonable.

Calló de pronto, y lentamente cayó sobre sus rodillas. Permaneció un par de minutos en silencio mirando hacia ningún lugar concreto y se levantó apoyándose en una de sus rodillas. Se acercó a la cama y tras recoger la colcha, la usó para tapar el espejo. Tomó aire con tranquilidad y se dio la vuelta. Vi su rostro, sus ojos, que irradiaba una serena tranquilidad. Posiblemente también una resolución que le había hecho mudar la expresión de sufrimiento que mostraba pocos minutos antes. Extendido el brazo hacia mí dijo con suavemente:

- Y bien. ¿Nos vamos?

"Imagen, además de colgada en el salón encima del sofá"

Un par de muletas

De niño era bastante activo. Siempre arriba y abajo, no paraba ni un segundo. Jugando con la pelota, corriendo tras los pájaros hasta que se elevaban, subiéndose a los árboles o simplemente corriendo por ahí. Por eso no era raro el día en el que aparecía con algún chichón, arañazo... o algo peor.

Se había torcido el tobillo en innumerables ocasiones. Y hasta se rompió el peroné un par de veces. Cada uno. Pero era un chico fuerte, y sanaba rápido. Menos mal, porque los días se le hacían eternos esperando para poder salir corriendo como antes y volver a romperse algo. En esas temporadas de relativa inmovilidad se le veía acompañado de un par de muletas, siempre las mismas, con las que se movía con la soltura que da la práctica. Pasado un tiempo acompañado por ellas, apoyando su peso cuando necesitaba ayuda, iba recuperándose hasta que todo volvía a la normalidad. Entonces las limpiaba y las dejaba apoyadas en un armario en su cuarto, siempre cerca, sabiendo que dentro de algún tiempo volvería a necesitarlas.


Ahora, ya bastante más crecido, seguía las seguía manteniendo en el mismo lugar. Habían pasado tanto tiempo juntos que les tenía un especial cariño. Y de hecho las había seguido necesitando en varias ocasiones. De camino a la calle, resbaló en los escalones del portal. El dolor era tan intenso que no podía apoyar la pierna derecha. Una espera, un trayecto al hospital, otra espera y una flamante pierna escayolada. Le ayudaron a subir hasta la puerta de su casa, y allí le dejaron ante su insistencia. Cruzó el salón a pata coja hasta su habitación buscando el armario. Primero con sorpresa, luego con tristeza, comprobó que las muletas ya no estaban allí.

Desde cero

Me perdía en la hoja en blanco que descansaba en la mesa. Todo idéntico, todo igual. Sin diferencias. Era uno de los motivos por los que no utilizaba papel cuadriculado para escribir.


Como por la noche al cerrar los ojos, en ese fondo se empezaban a dibujar contornos caprichosamente. La mayoría de las veces no eran nada (bueno, realmente nunca son nada) Pero en contadas ocasiones de una de esas manchas (como si del test de Rorschach se tratara) surgía una figura que me sugería una idea, una historia, una sensación...

Luego tendría que retenerlo. Sentirlo, pensarlo, imaginarlo o quizá todo a la vez. Recordarlo y salir de la hoja en blanco, agarrar un bolígrafo y, si había tiempo, dejar constancia de lo ocurrido. La mayoría de las veces me limitaba a dejar una especie de guión, ideas claves a seguir para cuando tuviese tiempo para intentar redactarlo.

Y eso podía ser pronto, tarde, o nunca.

De vuelta

- Venga, ¡tómese un vino!

- No hijo, que me he tomado la pastilla esta mañana

- Bueno, pues un mosto

- La última vez que fui al doctor tenía alto el azúcar.Esta edad...

- Vaya, pues entonces pida lo que quiera

Un triste vaso de agua se tomó el pobre hombre. Pero por lo menos picó de la empanada (el jodío)
Independientemente, era un espectáculo verle/oirle poner a parir a Zapatero

Paciencia

Hacía varias semanas que el tiempo parecía ir más lento. Todo a su alrededor variaba con una perezosa cadencia que realmente demostraba que era él quien quizá fuese demasiado rápido. Empezó de forma gradual, poco a poco. A los pocos días empezó a notar los primeros cambios. Tardaba menos en llegar a los sitios, se movía más rápido, comprendía las cosas con rapidez...

Ahora mira aquellos tiempos con nostalgia. Seguía igual, pero su cuerpo no era el mismo. Tras tanto tiempo, lo notaba deteriorado, gastado. Creía que si se tomaba un descanso todo se arreglaría, pero no resultó como esperaba. Intentó parar, frenar. No pudo o, como comprendió poco después, no quiso.


Las horas del día parecían alargarse, el segundero del reloj de movía a la misma velocidad que el minutero mientras los días se hacían eternos. Postrado en la cama sin poder hacer nada, lo que hace unas semanas consideraba una bendición se tornaba en maldición.

- Paciencia - se dijo. - Todo llegará.

Éxtasis

La lluvia continuaba cayendo cuando el taxi paró frente a la cafetería. Abrió la puerta desde el interior y al instante recorrió con pasos decididos la acera hasta el local. Caminaba segura de sí misma, casi corriendo pese a llevar tacones, para evitar mojarse más de lo necesario. Una vez dentro, se sentó en una mesa mientras pedía un café. Mientras esperaba a que llegase, sacó de un bolsillo de su abrigo un mechero y metió la mano en el bolso.
Él la conocía de poco más de dos días. Siempre a su lado, esperando, se decía que aquella vez tendría su ansiada oportunidad. Cuando abrió el bolso, como de costumbre, sólo se pudo fijar en aquellos labios con los que había soñado durante toda su vida. No se pudo fijar en nada mas, quizá no le importase nada mas. Sabía que disfrutaría de ese momento, el mejor de su vida, durante poco tiempo. Y que después, poco después, todo acabaría para él. Pero solo quería sentir el contacto de esos labios colo rubí que parecían sonreír cada vez que le miraba.


La espera tuvo su recompensa. De repente, tuvo conciencia de sus ojos mientras se acercaba hacia él (¿o era al contrario?) Su cabeza se negaba a responder. Sintió el contacto de sus labios, de aquellos brillantes labios que hasta ahora sólo había podido imaginar. Una suave y húmeda calidez le embargó al instante, y apenas sintió el agudo dolor que crecía poco a poco. Con un torbellino de sensaciones, gozó los mejores instantes de su vida.
El camarero dejó el café en la mesa. Ella, que lo había estado esperando con impaciencia, apagó la reducida colilla aplastandola contra el cenicero.

Foto de Myki

Una explicación

- Pero...¡¿que haces?!

- Pues...

- No te das cuenta de que entonces...

- Si, si. Lo sé.

- Vale. Comencemos de nuevo ¿Que estás haciendo?

- A ver. No lo entenderías. No estás en mi situación. Comprende que...

- Coño, deja de hacer el imbécil anda. Cualquiera que te vea...

- Si no es cuestión de lo que piense (porque pienso lo mismo que tú) Es lo que siento. Dentro, muy dentro, hay algo que me empuja a hacerlo. Cada vez que lo pienso soy consciente de que no es lo mejor, pero siento que tengo que hacerlo.

- Tu andas escasito de fuerza de voluntad creo yo.

- Quizá en otros aspectos, pero no en éste. Soy perfectamente consciente de que no debo hacerlo, pero me siento mal al no hacerlo. Es mas bien una cuestión de... coherencia.

- Vengaaaa

Resistente, pero frágil

Con la paleta removía poco a poco la masa. Tras añadir agua, sólo faltaba aplicarla y esperar a que se secase. Con cuidado, recubrió su pierna derecha, la única parte del cuerpo que contrastaba con el tono gris que había adquirido la mezcla al secarse. Sentándose, empezó con la parte delantera descargando la paleta sobre la piel y extendiéndola con las manos. La parte de atrás era siempre más complicada. Es menos accesible y no ves muy bien lo que estás haciendo. Pero al poco rato acabó. Todo su cuerpo estaba recubierto de aquella grisácea pasta endurecida, salvo la pierna que aún no estaba seca y tenía un color algo más oscuro.
Permaneció así un par de días, humedeciendo de vez en cuando la superficie de la pierna para que no se formasen grietas por un secado demasiado repentino. Una vez seco, se levantó con cuidado. No estaba acostumbrado a tanto peso y parecía que fuese a perder el equilibrio en cualquier momento, pero poco a poco se fue acostumbrando. Caminó por la casa e incluso salió un rato por la calle. La capa que recubría su cuerpo le aislaba del exterior. El calor del sol llegaba a duras penas hasta su piel, y siempre que se mantuviese un buen rato bajo sus rayos. Al cruzar la calle tropezó con uno de los bolardos, pero salvo el tropiezo no acusó dolor ninguno. En cambio, el bolardo quedó torcido y un poco abollado por el golpe.
Siguió por la calle encantado con su actual estado. Con una extraña sensación de poder, se veía capaz de todo y miraba indiferente a su alrededor. Nada le afectaba. Y eso le gustaba.
A los pocos minutos, paseando se encontró con ella. Intercambiaron un par de frases, pero tenía prisa y se separaron pronto. Cuando se hubo alejado continuó avanzando distraído y a los pocos pasos tropezó con una baldosa rota y cayó hacia delante. En la caída apoyó las manos, cuyas muñecas le dolían ahora terriblemente. Se levantó y observó con sorpresa que tenía las palmas de las manos desgarradas y sangrando.

Comprendiendo todo se dio la vuelta y comprobó que en el suelo, donde se había despedido de ella, yacían desperdigados todos los fragmentos de la capa que antes protegía su cuerpo.