El hombre permanecía sentado ante la mesa donde estaban desperdigados los distintos documentos y fotos. Llevaba dos semanas trabajando en aquel caso y no avanzaba nada.Alargó la mano para observar de nuevo la foto. En ella, una mujer vestida de gala posaba sonriente en un jardín de alguna parte de la ciudad. Volvió a repasar sus facciones aunque sería capaz de recordarlas con total claridad con los ojos cerrados. Desesperado se acercó al escritorio, de donde sacó un vaso y una botella. Distraído, llenó a medias el vaso, que vació de un solo trago mientras ojeaba sin especial interés los testimonios de las últimas personas que habían visto a la desaparecida.
Aburrido, abrió la ventana y se recostó en el viejo sillón tras apagar la lámpara de mesa. El cansancio le vencía a medida que sentía como perdía la consciencia. Su último recuerdo fue la impresión de que la figura que formaban la gabardina y el sombrero colgados del perchero parecía burlarse de él a medida que el viento que entraba por la ventana lo hacía balancearse suavemente. Y entonces, tras volver a ver ese rostro tan conocido y extraño a la vez se hizo la oscuridad.
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