Disfrutando

La heladería había sacado las mesas y sillas a la calle aprovechando el buen tiempo y los camareros no daban abasto con tanta gente. Mientras tanto, ella estaba sentada tranquilamente en una de las mesas. Con una cuchara de plástico saboreaba con parsimonia el vaso con helado que tenía ante ella. Con el sol brillando en el cielo despejado, le resultaba muy agradable el contraste con el frescor del helado.

Hacía apenas una hora había salido de casa con la idea de dar una vuelta, pero sin saber muy bien por dónde. Tras unos momentos de indecisión decidió destino. Con las ideas claras trazó mentalmente el recorrido y comenzó a caminar. El calor, que parecía emanar del mismo suelo, era sofocante por las calles de la ciudad mientras continuaba avanzando buscando las escasas sombras que daban alguna tregua. Al poco divisó la marquesina de una parada de autobús. Aliviada corrió bajo su sombra para refrescarse. Ése calor estaba acabando con ella. Por suerte no tenía ninguna prisa, así que podía recuperar el aliento cuanto quisiese sentada a la sombra. Entonces se le ocurrió coger el autobús, que casualmente iba en la dirección que tenía que tomar. La idea, por una parte muy lógica si además tenemos en cuenta que era gratuito, chocó por un momento con algo en la cabeza de la mujer. Tan sólo que nunca le había gustado montar en autobús. Mas bien le gustaba una vez se había subido. Pero supongo que era su ecologismo radical o quién sabe que otra extraña razón lo que hacía que siempre acabase yendo a pie a todos los lados. Pero aquel día no era normal, y mandando a tomar vientos sus principios cogió el siguiente autobús pese a que todas la fibras de su cuerpo se negaban y su cerebro se limitaba a observar atónito. Una vez dentro, se sentó cerca de la ventana y empezó a disfrutar del paisaje hasta que llegó la parada. Al acercarse a la puerta, observó como una moneda brillaba justo ante sus pies. Justo antes de bajar por la puerta se agachó para recogerla mientras se alegraba de su buena suerte. Una vez en la calle, tuvo que maniobrar evitando las mesas que una heladería había sacado a la acera.


Y en este momento estaba degustando un sabroso helado comprado con la moneda. Sabía a algo un poco raro, no sabía si a frutas, algo dulce parecido a la vainilla o si también tenía parte de licor. Pero le encantaba. Además el vaso era muy grande (y la cuchara pequeñita) así que tendría bastante tiempo de disfrute.

Metiéndose otra cucharada en la boca, se puso a ver la gente pasar, a ver pasar el tiempo.

2 comentarios:

alicia dijo...

Me ha gustado lo de "helado grande y cucharilla pequeña"

Hay que tomar las cosas tal y como vienen (lo bueno y lo malo)

Iván dijo...

Parece que el destino final de la mujer, decidido sin mucho ímpetu, no era la heladería, pero dejándose llevar todo le salió a pedir de boca...

...no está mal dejarse llevar de vez en cuándo, olvidando incluso nuestros prejuicios, y a veces hasta sale bien!