2 metros cuadrados

Parece poco, pero no lo es. Puedes recorrerlos con la mirada, tocarlos e intentar aprender y retener todos sus detalles. Lo haces, varias veces. Siempre hay algo que te sorprende, algo que no habías visto antes o simplemente habías olvidado. Pero te lo encuentras y te alegras de tu mala memoria. 

Y vuelves a recorrer la superficie con todos tus sentidos. Quizá algún día no me tope con ninguna sorpresa, pero hasta entonces disfrutaré de todo esto. Tengo todo el tiempo del mundo. Lo que pasa es que no muy a menudo.

Descenso hacia la locura (IV)

Anteriormente

Desde el otro lado de la ventana observé el salón iluminado por la luz proveniente de las lámparas de aceite. Empujé suavemente el cristal hasta que pude oír con claridad lo que ambos personajes discutían. Bueno, mas bien era un monólogo. La mujer vestía un vestido claro y se paseaba frente al sillón donde estaba sentado un hombre. Caminaba con pasos apresurados y gesticulaba con los brazos ocasionalmente mientras el hombre la seguía con la mirada limitándose a escuchar. Ya habían dejado atrás las presentaciones y se disponían a hablar del tema que me interesaba. Hice un esfuerzo por escuchar la conversación:

- Se trata de mi marido. Un familiar lejano murió y un abogado se puso en contacto con él. Había heredado una excavación y una pequeña mansión en un pueblo cerca de Hammond. Salió hace un par de semanas para visitar sus nuevas propiedades, pero no he tenido noticias desde entonces. La ley aquí - señaló el suelo con un dedo - no es de lo más fiable, y esperaba que un investigador con experiencia pudiese llegar donde un uniforme no puede llegar, quizá más lejos de donde le sería permitido a un policía...

- Perdone que la interrumpa - añadió el hombre tras carraspear un par de veces. Parecía que el ajetreo de la mujer le ponía aún mas nervioso, si eso era posible - pero creo que será mejor que llevemos un orden, así que por favor. ¿Me puede contar exactamente qué quiere de mí?

La mujer se paró, e intentó calmarse mientras yo sonreía al otro lado del cristal. Ya había oído y visto suficiente. Mientras me alejaba de la casa no podía parar de pensar en la increíble capacidad interpretativa de Madame Renoir

Recolocar

Terminaba de desembalar las maderas y leía las instrucciones de montaje cuando lo vi allí sentado. No entendía muy bien que hacía con todo aquello, pero me limité a observar como cuando se observan los animales en el zoológico, callado y atento. No tardó mucho en montar la estantería, debía estar bien explicado en el folleto de hojas que consultaba constantemente para no equivocarse.

Una vez terminada la pegó a la pared del fondo, la única sin decorar, y miró las cajas que se amontonaban por la habitación. Cajas en las que no se muy bien que guardaba, pero de anteriores observaciones ya conocía que su tamaño variaba, de un día a otro a veces, aparecían mas o menos... Nunca entendí mucho lo que sucedía, pero tampoco me importó mucho. Cogió una de las cajas más grandes y fue probando en los desiguales huecos de los estantes hasta que encontró uno en el que encajaba. Contento consigo mismo fue colocando el resto, cada una en un hueco que parecía hecho a propósito para sus dimensiones. Ya no le pasaría lo que las otras veces, apilando cajas que crecían o menguaban sin ton ni son. Las de arriba caían al perder el punto de equilibrio y el resultado era casi siempre el mismo. Todas las cajas repartidas por el suelo de la habitación.


Situó la última caja y echó un vistazo al resultado. Era perfecto, todo tan ordenado. Cada caja colocada por tamaño o importancia en los estantes. Además al estar confinadas seguramente fuesen mucho más estables y no cambiasen de tamaño. No tendría que colocarlas continuamente como desde hace años. Se tomó una cerveza mientras miraba distraído por la ventana y salió por la puerta.

Yo me quedé allí, aunque a los pocos segundos decidí dejar la habitación. Justo iba a cerrar la puerta cuando escuché un ruido desde dentro y la curiosidad pudo mas que la pereza. Un hueco de la estantería estaba vacío, una de las cajas había crecido en anchura y había acabado en el suelo. Sonreí y esperé que al menos no hubiese tirado el recibo para la devolución...

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Si te ha gustado la estantería, aquí te enseñan a hacer una

En blanco

Me da miedo. Acostumbrado como estoy, aún tengo respeto a la hoja en blanco. Me basta mirarla para que el bolígrafo de la mano empiece a juguetear entre los dedos como con vida propia. Y las ideas se empiezan a escapar a hurtadillas hasta que me doy cuenta de que estoy vacío. Vacío como la página que tengo frente a mí. Tantas veces me ha pasado que ante la recurrente petición: No pienses en nada, basta con que recuerde la situación y piense en una hoja en blanco para olvidarme de todo lo que tuviese en mente. Al menos de forma temporal.

Así, aprovecho la acuciante falta de creatividad en algo con sentido. De hecho, pensar en ello me ha hecho escribir todo esto. Fíjate.

Vámonos

Cuando estás harto y parece que no puedes soportar más. Cuando no te da tiempo a pensar porque te mantienes demasiado ocupado en actuar. Cuando llevas días recortando horas al sueño. Pero sobre todo, cuando ves la luz al final del túnel. En ese transitorio de: "¡Por fin se acaba! Pero aún queda un poco" Ahí, justo ahí, es cuando más ganas de mandar todo a la mierda (la vía rápida y no siempre equivocada) o mirar arriba y acordándote de lo que haya, si hay, ahí en lo alto, gritar.





Tremenda canción con una gran historia, pero de esas que pierden la gracia al escribirse para contarlas