Pipas para vagos

Mi curiosidad desbordada y la capacidad de dedicar el tiempo a cosas intrascendentales se han unido para quitarme uno de esos pesos con los que vengo viviendo hace años. Una de esas incógnitas que no te quitan el sueño hasta un día tonto en el que te lo quitan. Y no merece la pena, pero que le vamos a hacer. En este caso: cómo y/o quién pela las pipas que se venden ya peladas. Tras una ligera búsqueda en Google he de decir que me ha decepcionado bastante. Es un proceso industrial sin estilo ninguno compuesto por varios pasos
  1. Se secan las semillas provocando con ello el quebrado y la apertura de las cáscaras.
  2. Se introducen en un recipiente giratorio similar al tambor de una lavadora.
  3. Se someten a un chorro de aire a presión mientras el recipiente no cesa de girar como si estuviese centrifugando. La combinación de la presión del aire y los golpes acaban por romper la cáscara separándola de la semilla.
  4. Otro chorro de aire a menor presión arrastra las cáscaras que pesan menos que la semilla, que permanece.
  5. Se pasan por una criba que separa las semillas peladas de las que, a pesar del proceso, quedaron sin pelar.
Me temo que voy a tener que descartar la idea de unos pobres trabajadores ilegales encerrados en un sótano en la otra punta del mundo para enriquecimiento de una multinacional. Y la de una cadena de loros pelando pipas. O mejor no lo descarto, que leches.

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Fuente

No demasiado cómodo

“Cualquiera diría que es lunes”, pensó mientras veía detenerse el vagón al que subiría de inmediato. Tanto en el andén como en la estación en general escaseaba la gente, pero un vagón completamente vacío era algo bastante anormal un lunes a primera hora. En cualquier caso, se sentó al azar ya que el viaje duraría tres o cuatro paradas. Abrió el libro y empezó a leer con cuidado, no fuera que se sumergiese demasiado en la historia y se pasase de estación…otra vez.

La primera parada llegó sin que levantase la nariz de entre las páginas, en la siguiente ojearía los carteles para confirmar cuando se tenía que bajar… pero no en la primera. Notó una presencia a su izquierda, se inclinó un poco hacia el lado contrario para dejar sitio y el tren volvió a arrancar. En ese punto se desenganchó del libro y levantó la cabeza. Hizo una visual de todo el vagón y se dio cuenta de que seguía vacío. Bueno, no exactamente vacío porque él estaba dentro, y una chica que escuchaba música sentada a su izquierda. Le pareció raro, pero más raro era que no conociese de nada a aquella chica ni que ella se limitase a mirar fijamente al frente mientras de sus auriculares salía un tonillo apenas distinguible que bien podía recordar a Muse, Editors o puede que Foo Fighters… Bueno, da igual, el caso es que aquel pobre muchacho se encontró con un libro en las manos con el que no sabía que hacer, una chica que escuchaba música a su lado en un vagón vacío y un par de paradas hasta su destino. Debería haber seguido, al menos, mirando el libro simulando leer pero lo cierto es que este chaval se suele caracterizar por no hacer las cosas idóneas en los momentos determinados. Cerró el libro y lo guardó en la mochila de manera lenta, intentando gastar el máximo tiempo durante el viaje. Asustado no, pero sí algo inquieto observó en el reflejo de la ventana de enfrente cómo la chica seguía en la misma posición: sentada con la espalda recta con los cables de sus auriculares cayendo desde sus oídos y, aquí llega la inquietud, mirando al frente sin parpadear durante todo el tiempo que duró el examen visual.

Desde ese punto hasta que salió del vagón en su parada, el chico estuvo recordando situaciones incómodas pero o no cayó en la cuenta o todas le parecían demasiado lejanas como para ni siquiera llegar a compararse a aquello. La típica situación de subir en ascensor con desconocidos le pareció, cuanto menos, insignificante.

Hasta siempre

Una gran película de un gran cineasta. Que mejor día que hoy para recordarla.


Edición

Hace poco tiempo que decidimos dejar las cosas en suspensión. Me parecen años. Se me hecho eterno.No tengo ni idea de qué hacer, pese a que haciendo memoria sé que antes de conocerte era capaz de vivir y ser feliz. Supongo que te echo de menos, pero a veces las cosas no salen como uno se espera. Me gustaría que aparecieses de nuevo en mi puerta. Que llamases al timbre y me esperases con la mano invitando a seguirte de nuevo. Y cuando llegue ese momento cogeré tu mano y saldré por la puerta sin mirar atrás. Si no tengo nada mejor que hacer, claro.



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Ejercicio: Marque la frase que, en su opinión, sobra en el escrito de arriba.

Hace poco tiempo que decidimos dejar las cosas en suspensión. Me parecen años. Se me hecho eterno

Exacto, esa frase sobra. Es redundante.

Un motivo como cualquier otro

No se encontraba bien después de todo lo pasado. Era normal, a todos nos pasaría algo parecido. Se levantó con cuidado pese a que dudaba que fuese capaz de mantenerse en pie. Un paso y luego otro a medida que su cuerpo cogía la inercia de la cuesta abajo. Pronto se tuvo que limitar a subir y bajar las piernas, a medida que cogía velocidad sin pararse a pensar en cómo se las arreglaría para frenar. 

Fuese como fuese, la cuestión era que le era imposible frenar en su estado. Frenar de una manera controlada, claro. La inclinación no puede ser eterna - se dijo. El ruido del aire hacía que no pudiese escuchar nada mientras continuaba, incansable, recorriendo decenas de metros en pocos segundos. El asfalto tenía un aspecto uniforme a tal velocidad. Con su superficie como pulida, daba la sensación de que bastaba inclinarse sobre él para deslizarse eternamente.

Pero ciertamente estaba confundido. En primer lugar, tras el prolongado estado de inactividad su cuerpo comenzaba a mostrar signos de fatiga. Y por otra parte, bastaría tropezar y caer para que su cuerpo quedase tan desollado como el del conejo estofado que comió días antes.

No se veía con fuerzas para continuar, pero continuó avanzando durante unos minutos haciendo alarde de tozudez. No notaba las piernas, había dejado atrás el dolor que le laceraba cada vez que posaba el pie en el suelo. Dejó de notar su cuerpo hasta que tan sólo era consciente del entorno gracias a sus ojos, y poco tardó en observar como el asfalto se iba acercando cada vez más a su cara...

Despertó sudando, y a oscuras consiguió dar la luz de su mesilla. Bebió un vaso de agua en la cocina y volvió de nuevo a la cama. Pero antes, tiró sus zapatillas deportivas a la basura.

Una espera fructífera

Ya va haciendo mejor tiempo. Todas estamos igual, salvo alguna que va engordando un poco adelantada. No pasa nada, es todo cuestión de tiempo.

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Casi peso el doble que antes. No hemos cambiado de tono, pero parece que no vamos a tardar demasiado. Hace bastante más calor que hace unos días.

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Todas tenemos un tamaño parecido. Mi compañera de enfrente está enteramente roja, pero la mayoría no hemos mudado el verde completamente.

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No hay una sola de nosotras que no esté completamente roja, y ya algunas de mis compañeras han caído. Un picotazo de un pájaro o un balanceo de la rama y… hasta nunca.

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Debo ser una de las pocas que se mantienen colgando aún. Mire a donde mis compañeras hace tiempo que han caído y solo veo las hojas amarilleando a mi alrededor. No tengo ni idea de qué hago aún aquí. No sé a qué espero.

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Un hombre con peluca blanca se acaba de sentar justo debajo. Se ha apoyado en el tronco y el leve movimiento me ha hecho balancearme ligeramente. Un instante de ingravidez y... caigo.


  

Fuente de la imagen

Ni que hubiera perdido el lápiz


Escribo poco, y lo poco que escribo no lo publico.  Descanso y me centro en disfrutar. De los siete pecados capitales ahora mismo me estoy centrando en la pereza, la lujuria y la gula.

Vamos, que sigo vivo. Y viviendo. 

Imagen de Lyn Estall

Miedo

No creía que fuese posible vivir de otra manera. Él siempre lo había hecho así. Marcando las distancias, intentando controlar el azar. No le gustaba la dependencia ni la falta de una total seguridad y certeza en todo. En todo.


Yo creo que soy una de las personas que mejor le conoce, pese a todo. Que sabe por qué a menudo sale huyendo de algo que le afecta. También sé a qué viene esa manía suya de dosificar las emociones, de martirizarse como si el dolor le hiciese mejor persona. Idiota e inventada explicación para sentirse mejor.Y conozco la razón de su agobio cuando se enfrenta a algo que le supera antes incluso de toparse con ello. Miedo a volver a caer que hace que no se atreva a levantarse. Sí, todo se reduce a eso.

Magia

Sostuvo en la mano la varita que según su amigo sería capaz de hacer que todo lo que pensase se convirtiese en realidad. Él no creía en nada de lo que le había dicho así que levantó la varita con el entusiasmo con el que una princesa coge una escoba para fregar la cocina.

- Así, ponla más alto y piensa en algo - le decía sin parar.

En silencio, pensó en una vaca atravesada por un palo girando en una hoguera y cerró los ojos. Los abrió a los pocos segundos para encontrarse con el rostro emocionado de su compañero.

- ¿Y bien? ¿Ya has pensado en algo? ¿Qué pasa?

- Que no funciona - bajó el brazo dolorido de mantenerlo en alto. Le acercó la varita - Te han vuelto a engañar

- No, eso es que no sabes - dijo mientras sonreía dejando al descubierto el hueco donde deberían estar sus dientes incisivos - Otra vez

Con un suspiro volvió a alzar la varita. Aquel pequeñajo (pese a que se llevaban pocos meses) le estaba cansando ya. Volvió a cerrar los ojos e imaginó una girafa como las que había visto en el libro del abuelo, comiendo de un arbol. Esta vez se permitió el lujo de tener alguna esperanza al abrir los ojos.

- Podríamos estar comiendo dulces si no te hubiese gastado el dinero en este palo inútil...

- No, tiene que funcionar. El viejo me dijo que podía hacer cualquier cosa. Hasta convertirnos en reyes...  Anda, prueba la última.

Reyes - pensó mientras elevaba la varita. Pensó en su amigo sentado en un gran trono, con una corona en la cabeza y un castillo a las espaldas. Sonrío mientras abría los ojos, pero su expresión se congeló al instante. A pocos pasos, una gigante vaca comía de un árbol cercano. Debía medir al menos cuatro metros de alto y escogía las hojas más verdes de la copa.

Retrocedió asustado y tropezó con algo alargado. Tanteó sin darse la vuelta una especie de palo alargado. Ni hubiera pensado que era una de las patas de una girafa que permanecía sentada a duras penas en un pequeño trono, con la corona colgando de uno de sus cuernos.

Pero nada le preparó para esto. Un olor suculento le llegó desde un lateral junto con el chisporroteo de la carne asada. Se quedó petrificado admirando la escena. No estaba preparado.

Tocado y hundido

El agua que le habían echado por encima caía por su frente. Miró sus guantes, cerró los ojos y se levantó de un salto cuando sonó la campana. Le estudió de nuevo. Hace algo más de un año había combatido contra él y recordaba su manera de actuar. Sus ojos le siguieron si pestañear mientras pensaba en la táctica a seguir. Él era mas pesado, tambien más lento pero tenía la ventaja de que, a diferencia de su advesario, sabía encajar los golpes. Quizá ya había recibido varios puñetazos, pero no eran nada a considerar. Su oponente, en cambio, parecía dolerse de la parte izquierda de las costillas a causa de un derechazo que no pudo desviar. El primer asalto lo había confirmado, si seguía así y encontraba algún descuido aquel aprendiz no tardaría en caer.

Ambos giraron en círculos, midiéndose, intercambiando golpes aislados. Él lo veía cada vez más claro a medida que su oponente se encorvaba hacia un lateral, resentido por el castigo recibido. Pero tenía que tener cuidado, ya que su zurda aún era peligrosa y le estaba dando problemas. Era muy rápido, pero tanto que no le daba tiempo a cargar el peso en el momento adecuado. Cuando lo aprendiese se convertiría en un gran boxeador, pero hasta entonces no había nada que hacer. Su oponente parecía mas cansado por momentos y se preparó para dar por terminada la noche. Encontró un hueco en la guardia de su oponente y lanzó el puño sin pensárselo. Si lo hubiese pensado, habría notado que era demasiado grande. Que quizá su oponente esperaba esa reacción de él. Cuando vio que su cintura giraba antes de que llegase el golpe miró a la cara a su adversario. Sólo pudo ver su movimiento coordinado de puño y cadera antes de que el puño izquierdo le golpease como un yunque. Todo empezó a girar hasta que su vista se nubló. Notó el contacto del suelo en su espalda.




Ni siquiera pensó en intentar levantarse. Le había vencido. Otra vez.

Garret

Cuando no se tiene tiempo para escribir siempre se puede copiar lo ya escrito. Historia de Garret Ludovicio, personaje de una aventura de D&D de rol por foro con muy buena pinta pero que por desgracia no se pudo acabar.
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El sol brillaba la mañana en la que la señora Ludovicio notó que el que iba a ser su tecer hijo estaba preparado para ver el mundo.La caravana avanzaba a un ritmo pausado, tranquila debido a los guardias contratados que la escoltaban.Una vez se conocíó la noticia se mandó llamar a la mujer del jefe de la caravana, que gracias a su experiencia ganada con los años ejercía habitualmente de matrona. Lo primero que llamó la atención del pequeño Garret fueron sus curiosos ojos, que parecían no parar en ningún sitio concreto observando todo a su alrededor.

El joven creció junto a sus padres, mercaderes itinerantes que hacían regularmente la ruta desde Amn hasta Maztica, así que pasaba la mayoría del tiempo rodeado de las mercancías con las que se ganaban la vida: gemas, objetos mágicos y los artículos eróticos que su madre tan bien intentaba ocultar de la vista. Así pues, gracias a la sosegada vida comercial la familia pudo acumular una riqueza moderada que les permitía vivir tranquilamente sin hacer ostentaciones para no llamar la atención de bandidos y ladrones. Esta aburrida y cómoda vida fue la razón por la que Garret comenzase a buscar emociones. En Amn, tuvo algunos tratos menores con la cofradía de los Ladrones de las Sombras, pero su estructura jerárquica la hacía demasiado rígida para mantener su interés por demasiado tiempo. No tenía una necesidad apremiante de dinero y con las escasas escaramuzas que de vez en cuando ocurrían en algún viaje se daban por colmadas sus ansias de aventura.

Y entonces conoció el juego. La emoción de la circulación del dinero por la mesa, las victorias y derrotas que aparecían y desaparecían fugazmente y la mano del destino que hacía girar los dados, la ruleta o que mezclaba las cartas.Pese a ser una persona afortunada en su vida, esto no incluía a los juegos de azar y en seguida empezó a perder grandes cantidades de dinero en cada ciudad en la que la caravana pasaba al menos una noche.Su familia, enfadada por la situación intentó poner en vereda al muchacho hasta que un día ambas partes decidieron que lo mejor sería que abandonase la caravana.

Desde ese día Garret cambió su apellido y empezó a buscarse la vida por la Costa de la Espada.Gracias a su encanto (y las pequeñas fortunas que jugaba, y perdía, en cada taberna) hacía amigos en los pueblos por los que pasaba y terminó siendo un recurrido guía de la zona no tanto por sus conocimientos como por hacer los viajes amenos gracias a sus historias y anécdotas.Y así vivió durante varios años por la zona, evitando algunos problemas durante el trabajo de guía y debidos al juego gracias en su mayor parte a una gran cantidad de suerte.

Hace varios meses un grupo de viajeros le contrató para que les guiase hasta Aguas Profundas, y a pesar de no conocer prácticamente la zona decidió aceptar el trabajo.El viaje fue duro, se demoró una semana mas de lo previsto por las condiciones meteorológicas que hicieron impracticables algunos caminos y tambien debido a que perdieron el rumbo al menos dos veces y acabaron retrocediendo incluso camino recorrido.Las risas y simpatía de Garret no le valieron de nada durante el viaje y al llegar a Aguas Profundas decidieron pagarle un precio mucho menor al convenido. Sin mas opciones, y sabiendo que en el fondo tenían toda la razón al hacerlo, Garret recogió el dinero y salió maldiciendo su mala suerte a la noche de Aguas Profundas.Caminaba cabizbajo por la calle cuando encontró una moneda en el suelo.Sorprendido, se agachó al recogerla a la vez que escuchaba voces que provenían de una taberna cercana.Parecía que un grupo de parroquianos estaban jugando a los dados.Con una sonrisa pícara, Garret vió ante sí la solución a la repentina racha de mala suerte.

Un no parar

Muchas cosas que hacer, aparcadas y en proceso. Cosas abandonadas hasta que pueda ocuparme de ellas. Otras cosas que nunca he hecho y quiero y voy a hacer. Incluso cosas que no quiero y tengo que hacer. Todo junto y bien removido. De golpe y porrazo. Y no puede ser, que uno no da abasto.

Así que nada, ahí ando. Demasiada cantidad para un agujero tan pequeño. Con un poco de todo pero haciendo hincapié en lo importante. Porque al fin y al cabo es lo que importa. Lo importante. Eso.

Ojalá lo supiera

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PD: De regalo un poco de culturilla sobre embudos que recuerdo del último cruce al charco

Parada en boxes

Llevaba más vueltas de las que podía contar y lo cierto es que la mecánica se resentía. En el cuadro de indicadores las agujas marcaban mínimos desde hacía un rato, las ruedas no se agarraban bien al asfalto y necesitaba que le retirasen otra capa adhesiva del visor del casco.

Siguió en el recorrido hasta que apareció esa flecha luminosa que apuntaba hacia el noroeste. Deceleró suavemente y giró el volante para desviarse hacia los talleres donde le esperaban. Frenó de golpe dentro del rectángulo pintado y notó la subida del chasis, los cambios de ruedas e incluso, o quizá fuese imaginación, le parecía escuchar el suave sonido del depósito al llenarse de gasolina. Por último, unas manos conocidas le retiraron la película sucia del visor y le acariciaron suavemente el cuello. Un coscorrón cariñoso en la parte superior del casco y el contacto del coche con el suelo.


Ya solo queda salir acelerando bruscamente a seguir con el recorrido restante. Pero antes de marchar, un guiño de "hasta luego"

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Porque hay cosas que no cambian Ni falta que hace.

Pequeños placeres

El pitido inaguantable del despertador le hizo levantarse con un salto de rabia. Paró el irritable sonido mientras metía la cabeza en el lavabo lleno de agua… ¿o fue antes? ¿o después?

Notaba como el agua fría parecía llevarse parte del cansancio que acumulaba. Se alzó con los ojos cerrados frente al espejo, sintiendo como las gotas acumulaban el cansancio en su frente y caían por el peso resbalando poco a poco por sus mejillas y nariz, y por último barbilla. Era ahí abajo donde perdían toda la placidez y se precipitaban de golpe de vuelta al lavabo. La suave brisa que se colaba por la ventana le acariciaba la cara dándole una agradable sensación de frío y secando su piel. Ya notaba casi toda la cara seca, salvo la piel bajo el pelo, algún recoveco bajo la nariz y en el mentón.

Unos golpes en la puerta del baño lo trajeron de nuevo al mundo. Abrió la puerta y se encontró con una fingida y forzada expresión de disgusto por la espera.  Él adoptó una expresión entre fastidio y resignación.

-Siempre molestando- dijo mientras salía, divertido.

Salir por la tangente

El pequeño intentaba con escaso éxito que el yo-yó subiese de nuevo una vez la cuerda estaba casi desplegada, pero poco tardó en aburrirse y cambiar de diversión. Con la cuerda extendida y el dedo aún sujeto al otro extremo empezó a girar el brazo poco a poco y después con mas fuerza de manera que en el otro extremo el yo-yó empezó a girar alrededor de su brazo. Manteniendo el brazo en horizontal y pegado a su cadera siguió dando impulso hasta que ya intuía, mas que ver, el peso de la cabeza de plástico cada vez que daba una vuelta. Al no variar la longitud de la cuerda, el yo-yó giraba en círculos en vertical. Él no lo sabía, pero todo ese movimiento era posible únicamente gracias a la cuerda.

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Notó como algo caía cerca de él, y despegando los ojos del libro lo buscó por el suelo. Con el movimiento del autobús le fue incómodo agacharse a recoger la hoja de papel, pero lo cogió con cuidado de que no se arrugase. Así, levantó la vista para devolverlo cuando sus ojos se cruzaron.
- Gracias - le contestaron unos ojos grises pero en cambio alegres.
- No es nada.
Él recogió las piernas para dejar que ella se sentase en el asiento de enfrente. Siguió leyendo el libro.
- ¿Qué lees?
Miró sorprendido, y sonrió al ver como ella agachaba e inclinaba la cabeza intentando leer el título.
- 'La catedral del mar', ya casi he terminado - dijo inclinando el libro hacia delante para que ella se hiciese una idea.
- ¡Lo he leído! Me enganchó mucho. El final se veía venir pero creo que es uno de los libros que mas me ha gustado. ¿No crees?
- La verdad, me está pareciendo una mierda.- se echó la mochila al hombro y se levantó - Bueno, me voy preparando que la próxima es la mía. 
Y se dio la vuelta sin esperar réplica


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De pronto la cuerda, que no soportaba la tensión creciente a la que se veía sometida, rompió con un leve crujido. El yo-yó salió disparado hacia delante, a media altura.
Los ojos del niño sólo alcanzaron a ver el agujero en la ventana.

Night & day

Había salido cuando el sol aún no se había dignado a aparecer. Ahora, acababa de entrar en su casa. Una media hora antes el sol se había puesto por completo por lo que en su barrio, su calle, la luz amarillenta de las farolas le había acompañado tanto en su ida como en su vuelta. Dejó las llaves en una mesa cercana y sacó las cosas de su mochila. Cartera, libro, carpetas, móvil... con una llamada perdida. Siempre ocurría igual. Silenciaba el teléfono cuando no quería ser molestado y se olvidaba de él. No era la primera vez que le pasaba. Tampoco sería la última. Vió el número, se hizo una idea del motivo de la llamada y justo a continuación llamó. Mientra los tonos de  la llamada se sucedian, se tumbó en la cama para descansar. Había sido un día muy largo y a medida que la conversación avanzaba se daba cuenta de que podía alargarse aún mas. No tuvieron que insistirle mucho.

Se levantó de la cama y se fue directo a la ducha. Esperaba que el agua fría le ayudase a despejarse o que al menos le ayudase a retrasar la hora de irse a la cama. Todo es psicológico - se repetía mientras pensaba en el plan de esa noche. Tomó los bostezos que le vencían como si fuesen hambre y atracó la nevera apresuradamente. No le sobraba el tiempo, como pudo comprobar la vecina de enfrente cuando lo vio salir mordisqueando una manzana.

Al día siguiente el despertador sonó a la misma hora y él se levantó para un nuevo día. La diferencia estaba en que se levantó con el doble de cansancio y mal humor.

Ya basta de empujoncitos

- De esta forma la propia gravedad consigue que el objeto quede en un punto de equilibrio de energía mínima - explicaba frente a una clase abarrotada de niños que miraban a la pizarra, por la ventana, unos a otros, sus propios zapatos...

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La pequeña pelota roja estaba en lo alto de la colina. No tenía mucho sentido que estuviese allí arriba, pero el caso es que allí permanecía. Sobre la pelada cima el viento la empujaba a menudo haciéndola rodar por la cuesta durante unos metros pero de improviso un dedo la golpeaba para que desandase el trayecto recorrido. Nunca llegué a ver el dedo, y creo que la propia pelota tampoco, pero digamos que se intuía. Quedaba claro que algo estaba pasando.


Me acerqué a la bola intentando descubrir que era lo que pasaba pero no llegué a ninguna conclusión razonable.

- Seamos razonables - me sentía estúpido hablando a una pelota de goma. La empujé un poco con el pie para que bajase por la ladera.

Pasó exactamente lo que tenía que pasar. Lo que había pasado continuamente desde hace días.

- ¡Maldita bola de mierda! ¿Qué te pasa? ¿Qué haces? Debe ser algo que te pasa. Pero entonces...¡Sólo tu puedes cambiarlo! - si antes me había sentido estúpido...

Bajé de la colina con grandes pasos. Vociferando, enfadado y dando patadas a los guijarros que encontraba.

La pelota siguió inmóvil hasta que el viento tuvo la suficiente fuerza para empujarla colina abajo. Paró al pie de ésta, junto a un arbusto.

2 metros cuadrados

Parece poco, pero no lo es. Puedes recorrerlos con la mirada, tocarlos e intentar aprender y retener todos sus detalles. Lo haces, varias veces. Siempre hay algo que te sorprende, algo que no habías visto antes o simplemente habías olvidado. Pero te lo encuentras y te alegras de tu mala memoria. 

Y vuelves a recorrer la superficie con todos tus sentidos. Quizá algún día no me tope con ninguna sorpresa, pero hasta entonces disfrutaré de todo esto. Tengo todo el tiempo del mundo. Lo que pasa es que no muy a menudo.

Descenso hacia la locura (IV)

Anteriormente

Desde el otro lado de la ventana observé el salón iluminado por la luz proveniente de las lámparas de aceite. Empujé suavemente el cristal hasta que pude oír con claridad lo que ambos personajes discutían. Bueno, mas bien era un monólogo. La mujer vestía un vestido claro y se paseaba frente al sillón donde estaba sentado un hombre. Caminaba con pasos apresurados y gesticulaba con los brazos ocasionalmente mientras el hombre la seguía con la mirada limitándose a escuchar. Ya habían dejado atrás las presentaciones y se disponían a hablar del tema que me interesaba. Hice un esfuerzo por escuchar la conversación:

- Se trata de mi marido. Un familiar lejano murió y un abogado se puso en contacto con él. Había heredado una excavación y una pequeña mansión en un pueblo cerca de Hammond. Salió hace un par de semanas para visitar sus nuevas propiedades, pero no he tenido noticias desde entonces. La ley aquí - señaló el suelo con un dedo - no es de lo más fiable, y esperaba que un investigador con experiencia pudiese llegar donde un uniforme no puede llegar, quizá más lejos de donde le sería permitido a un policía...

- Perdone que la interrumpa - añadió el hombre tras carraspear un par de veces. Parecía que el ajetreo de la mujer le ponía aún mas nervioso, si eso era posible - pero creo que será mejor que llevemos un orden, así que por favor. ¿Me puede contar exactamente qué quiere de mí?

La mujer se paró, e intentó calmarse mientras yo sonreía al otro lado del cristal. Ya había oído y visto suficiente. Mientras me alejaba de la casa no podía parar de pensar en la increíble capacidad interpretativa de Madame Renoir

Recolocar

Terminaba de desembalar las maderas y leía las instrucciones de montaje cuando lo vi allí sentado. No entendía muy bien que hacía con todo aquello, pero me limité a observar como cuando se observan los animales en el zoológico, callado y atento. No tardó mucho en montar la estantería, debía estar bien explicado en el folleto de hojas que consultaba constantemente para no equivocarse.

Una vez terminada la pegó a la pared del fondo, la única sin decorar, y miró las cajas que se amontonaban por la habitación. Cajas en las que no se muy bien que guardaba, pero de anteriores observaciones ya conocía que su tamaño variaba, de un día a otro a veces, aparecían mas o menos... Nunca entendí mucho lo que sucedía, pero tampoco me importó mucho. Cogió una de las cajas más grandes y fue probando en los desiguales huecos de los estantes hasta que encontró uno en el que encajaba. Contento consigo mismo fue colocando el resto, cada una en un hueco que parecía hecho a propósito para sus dimensiones. Ya no le pasaría lo que las otras veces, apilando cajas que crecían o menguaban sin ton ni son. Las de arriba caían al perder el punto de equilibrio y el resultado era casi siempre el mismo. Todas las cajas repartidas por el suelo de la habitación.


Situó la última caja y echó un vistazo al resultado. Era perfecto, todo tan ordenado. Cada caja colocada por tamaño o importancia en los estantes. Además al estar confinadas seguramente fuesen mucho más estables y no cambiasen de tamaño. No tendría que colocarlas continuamente como desde hace años. Se tomó una cerveza mientras miraba distraído por la ventana y salió por la puerta.

Yo me quedé allí, aunque a los pocos segundos decidí dejar la habitación. Justo iba a cerrar la puerta cuando escuché un ruido desde dentro y la curiosidad pudo mas que la pereza. Un hueco de la estantería estaba vacío, una de las cajas había crecido en anchura y había acabado en el suelo. Sonreí y esperé que al menos no hubiese tirado el recibo para la devolución...

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Si te ha gustado la estantería, aquí te enseñan a hacer una

En blanco

Me da miedo. Acostumbrado como estoy, aún tengo respeto a la hoja en blanco. Me basta mirarla para que el bolígrafo de la mano empiece a juguetear entre los dedos como con vida propia. Y las ideas se empiezan a escapar a hurtadillas hasta que me doy cuenta de que estoy vacío. Vacío como la página que tengo frente a mí. Tantas veces me ha pasado que ante la recurrente petición: No pienses en nada, basta con que recuerde la situación y piense en una hoja en blanco para olvidarme de todo lo que tuviese en mente. Al menos de forma temporal.

Así, aprovecho la acuciante falta de creatividad en algo con sentido. De hecho, pensar en ello me ha hecho escribir todo esto. Fíjate.

Vámonos

Cuando estás harto y parece que no puedes soportar más. Cuando no te da tiempo a pensar porque te mantienes demasiado ocupado en actuar. Cuando llevas días recortando horas al sueño. Pero sobre todo, cuando ves la luz al final del túnel. En ese transitorio de: "¡Por fin se acaba! Pero aún queda un poco" Ahí, justo ahí, es cuando más ganas de mandar todo a la mierda (la vía rápida y no siempre equivocada) o mirar arriba y acordándote de lo que haya, si hay, ahí en lo alto, gritar.





Tremenda canción con una gran historia, pero de esas que pierden la gracia al escribirse para contarlas

Mas claro agua

-Te lo digo en serio. No sé si reir o llorar.


- Llora de la risa. No es porque te lo tomes de manera positiva ni nada de eso, es porque no te conformarías con una sola de ellas.

Entre cañas

Siempre oímos que la belleza está en el interior, pero hay gente que no tiene suficiente fondo

Joyita escuchada durante la última reunión cerveceril (hasta la próxima que me pueda permitir)

Reencuentros

Se conocieron de nuevo al apagar la luz. Demasiado tiempo sin refrescar la memoria para que nada hubiese cambiado en ellos. Detalles, posturas y gestos desconocidos en rostros familiares. Sensaciones incómodas de falsa o pretendida confianza.

Tiempo. Esa es la clave. Tiempo para ver en ese gesto extraño el minúsculo matiz de algo familiar. Tiempo para perderse en nada olvidándose de todo durante un breve lapso, una hora o una noche. Descubrir que nuestro tiempo nos pertenece y que podemos estirarlo, encogerlo o regalarlo como se quiera. Asomarse al fondo dejando a un lado la superficie.

Todo fue surgiendo hasta que el panorama fue como siempre había sido. Como si nada hubiese cambiado. O puede que realmente nada hubiese cambiado.


Y al cerrar los ojos se saludaron.

Todo se acaba

Acércate - le decía algo en su interior.

Bueno, vale, lo que veas. Pero entonces ¡haz algo! - le pidió aquella molesta vocecilla.

Siguió apoyado en la pared dando las últimas caladas. Quedaba poco, pero lo pensaba disfrutar allí tranquilo, viendo como el humo que expulsaba se diluía en el aire. Cerca un grupo de chavales discutían. Tenían algún problema en común, de hecho bastaba un somero vistazo para adivinarlo: bebían demasiado.

No pasa nada.- pensó mientras sujetaba el filtro con cuidado. Cada vez era más difícil.

El vocerío aumentó hasta molestarle, pero él continuó observando la situación. El ruido le crispaba los nervios, pero algo más fuerte le mantenía allí esperando el desenlace. Uno de los integrantes del grupo empujó a otro. El resto voceó aún más y varias manos empujaron al primero. Cayó al suelo y un intenso dolor le hizo abrir la mano y dejar caer la colilla. Se chupó el dedo quemado y se separó de la pared. Se acercó.