Dulces sueños

Pocos grados de temperatura en la calle donde espero con impaciencia y aun mas frío al autobús que me va a llevar a casa. Luces en la lejanía que crecen hasta formar el número del autobús esperado. Tii-ti-ti. Guardo el billete con las manos casi inútiles a causa del frío y me siento al calorcito. El resto de la gente que esperaba fuera hace lo mismo y al poco rato el conductor arranca.



Miro por la ventanilla. Si se pudiese ver el frío, allí fuera, le habría hecho un corte de mangas desde donde estaba, sentado bajo un chorro de aire caliente de la calefacción. El bamboleo, la agradable temperatura y el cansancio acumulado se reúnen y me empieza a costar mantenerme despierto. Lo último que recuerdo es la cara de la chica de enfrente antes de que se levante con calma y de repente me pegue una bofetada.

Abro los ojos sorprendido. Debo haber pegado un respingo porque la chica, que sigue sentada delante, sonríe al verme. Me estoy sobando - pienso. Mosqueado conmigo mismo me pongo a mirar por la ventana. Compruebo que ella sigue sentada delante hasta que de nuevo los párpados de plomo cierran el  telón. Esta vez no me pillas desprevenido - es mi último y absurdo pensamiento.

Una voz gritando me despierta de golpe de haciendo que me golpee la cabeza contra el cristal de la ventana.
La madre que... - pienso mientras distingo a duras penas que el autobús está vacío y el conducto me llama para que baje. Me levanto automáticamente y salgo de nuevo a la calle. Ya entre sábanas, vuelvo a cerrar los ojos

3 comentarios:

ali dijo...

Se te va. Es que es ver una chica y se te va la pinza
bss!

Jarrek dijo...

Te equivocas. No es necesario que vea a una chica para que se me vaya la pinza.
Aunque con determinada gente pelín desequilibrada si que me pasa.
Anda que...

Anónimo dijo...

Que emoción que emoción.
Siete días...no queda nada

Alicia