Descenso hacia la locura (I)

Era una noche cálida, con ese calor pegajoso del verano en Nueva Orleans que te atrapa como una segunda piel y te dificulta respirar. Bueno, a no ser que estés acostumbrado. Y mirándole, no era el caso.

Aquel hombre no era de por allí. Era delgado, no muy alto, y caminaba con nerviosismo con los hombros un poco cargados. Cada pocos metros se detenía a un lado de la calle a observar los alrededores y hasta que no se convencía a sí mismo de que todo era normal no seguía su camino. Yo lo observaba desde lejos con una mezcla de curiosidad e impaciencia ya que no le conocía, pero sabía exactamente adónde se dirigía.

Tras largo rato llegó a la residencia donde había recibido el encargo, y yo me fundí en las sombras de las inmediaciones hasta que estuviese dentro. Por más que lo observaba, no creía que fuese adecuado. Al leer el anuncio del periódico, si bien no puntualizaba nada, se daba a entender que era un hombre decidido y capaz con muchos años de experiencia en la investigación privada. Pero hasta un ciego sería capaz de darse cuenta de que aquella persona, al menos, no aparentaba nada de aquello.

Ya era demasiado tarde para dar marcha atrás. Una vez le abrieron la puerta rodeé la casa para observar la conversación que iba a tener lugar en el interior. Pegado mi rostro al cristal de la ventana entreabierta me situé oculto intentando escuchar el diálogo.

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