Descenso hacia la locura (III)

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La puerta de la casa se abrió con un ruido seco de forma que la luz del interior iluminó levemente el porche. La extraña mujer que había abierto me miraba con ojos interrogantes. Medía unos cuantos centímetros más que yo pero su peso debía ser el doble. Los ojos amarillentos eran el único rastro de color claro en su oscura y rechoncha cara. El porqué de que me pareciese extraña no lo tengo muy claro si lo pienso ahora, pero hubo algo en aquella mujer que me recordaba a algo antiguo. Sus antepasados bailando a la luz de las hogueras entre plantaciones de algodón. Realizando extraños y oscuros ritos al son de ritmos mas antiguos que la humanidad...
La luz me cegó y me hizo volver a la realidad. Sin decir una palabra, se había retirado a un lado para permitirme el paso. Entré.

A continuación

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