Pequeños y grandes cambios

Allí en el medio me sentía como fuera de lugar. Todo era perfecto. Una temperatura suave y una leve brisa que refrescaba la piel del calor del sol. Si existía el paraíso, estaba en el. El suelo era blando debido a las hojas secas que lo tapizaban. Aún era pronto y los árboles, conservando la mayoría de sus hojas, ocultaban lo que hubiese por encima de sus copas. Cielo y suelo, separados por la franja marrón de los troncos de los árboles, tenían el mismo color.
Y entonces me invadió el miedo. Miedo de que todo desapareciese si parpadeaba. Miedo a que el aire que salía de mis pulmones se llevase la brisa con él. Miedo, en definitiva, a perder algo que no era mío pese a sentir que lo era.
En un instante todo desapareció. Y lloré amargamente al verme rodeado de oscuridad. Por el cambio tan drástico que había sufrido mi alrededor. Y secándome las lagrimas recordé todo lo que acababa de perder y que quizá no volviese a ver. Y sonreí. Por el sutil cambio había ocurrido en mi interior

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