No woman no cry

Caminaba por la calle con prisa, tenía que llegar a coger el último metro. El frío se introducía cada vez más en su cuerpo con cada soplo de viento. El invierno estaba a punto de llegar. Y pese a todo, en su interior la temperatura era aun mas gélida. Tristeza y desesperanza por doquier unidas a un contundente sentimiento de andar perdida por la vida.
Cruzó la esquina y se encontró de golpe con la estación, así que sacando el billete bajó las escaleras rápidamente. No se oía nada, la estación parecía vacía, y no tardó al comprobarlo al llegar al andén. Un cartel luminoso indicaba el tiempo que tardaría el siguiente tren. Al menos no he perdido el último...
Se sentó en uno de los bancos, disfrutando del acogedor calorcito que hacía allí abajo. Miró sin prestar mucha atención el cartel luminoso mientras pensaba en todo lo que había pasado durante sus últimos días. La estación estaba desierta, tan solo ella allí sentada esperando. Se sintió sola, lejana. Y toda la tristeza acumulada se derramó por sus mejillas sin control.


Un ruido creciente llegó por su izquierda hasta que el tren de dirección contraria entró en la estación. Con esfuerzo, se calmó un poco mientras miraba la gente que llenaba el vagón que tenía enfrente.
Un chico que escuchaba música, pegado al cristal de la puerta, hizo un movimiento llamando su atención. Se buscó en los bolsillos de los pantalones, primero en los laterales, luego en los traseros. Con un gesto de extrañeza metió las manos en los bolsillos de su cazadora, pero tardó muy poco en sacarlas. Mientras tanto ella, a pocos metros al otro lado del cristal observaba con curiosidad las acciones del chico. Por último, bajó la cremallera de la cazadora para, por fin, sacar un pañuelo de papel arrugado del bolsillo interior. Alzó el pañuelo y mirándola a los ojos se lo pasó por debajo de los suyos como secándose las lágrimas. El tren arrancó y, en un último instante sin saber muy bien que hacer, se llevó los dedos de la otra mano a los labios para después dejar la palma pegada al cristal mientras el tren salía hacia la siguiente estación.
Sentada en el banco, vio que ya faltaba menos tiempo para que llegase su tren. Y sin saber el porqué recordó la mano pegada al cristal. Por otro lado, el chico recordó la sonrisa y los ojos húmedos de la chica.
Aquella noche seguramente ambos llegasen un poco mas felices a su casa

4 comentarios:

Anónimo dijo...

wow...simplemente preciosos :-)

Anónimo dijo...

Estudiando una ingeniería, todo el día de aquí para allá y al final vas a acabar haciendote pastelero
Porque esto es pastel pastel... :-P

Jarrek dijo...

Puede que tengas razón y chorree almíbar por los cuatro costados. Pero te gusta... ¡Golosona!

PD: ¿Ves?, hay alguien que valor mi talento innato :-P
Gracias Eu!

Anónimo dijo...

¡Aaaaawww!
:-)