Gira que te gira

El pequeño astro no hacía si no dar una vuelta tras otra sobre la gran masa a la que acompañaba incansable. Pasaba la eternidad, todo lo feliz que podría ser un astro, girando incansablemente. No necesitaba nada. Él tenía su centro del universo bien localizado, al igual que otros planetas que veía girar desde algunos años-luz de distancia.


En un instante determinado, el pequeño astro divisó un planeta gigantesco, verde y brillante como una esmeralda. No se dio cuenta de cómo, de manera inconsciente, fue modificando su órbita de manera cada vez más acentuada hasta que acabó girando alrededor de la gigantesca masa verde. Con una mirada atrás, observó cómo el anterior planeta era cada vez más pequeño a medida que se alejaba de él. Se sorprendió al volver los ojos hacia el planeta verde. Éste también empezaba a menguar ¿o era que su brillo se hacía más tenue? hasta que tuvo delante de sí un pequeño planeta de dimensiones parecidas a las suyas. Desencantado, el pequeño astro abandonó la órbita e intentó volver hacia su "centro". Pero la distancia era muy grande, quizá todo llegase a ser como antes o tal vez acabase perdido en la negrura del espacio. No le sería nada fácil. Nunca es nada fácil

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Preciosa metáfora :)

Jarrek dijo...

Me alegro de que te guste

Anónimo dijo...

y si el tiempo que has gastado en llegar hasta el planeta nuevo es tan grande que parece imposible regresar?? que se hace entonces??

yo voto por comer helado, o tomarse un buen chocolate calentito...por lo menos se cogen fuerzas :(

Jarrek dijo...

Pues la verdad es que no se que decirte.

Eso sí, un plan con helado o chocolate calentito por ahí seguro que funciona.Y si no, siempre te quedará el dulcecito en la boca :P

Anónimo dijo...

Para bien o para mal siempre encuentras otro planeta sobre el que girar. Y aunque creas que no te mueves, lo haces continuamente