Desde cero

Me perdía en la hoja en blanco que descansaba en la mesa. Todo idéntico, todo igual. Sin diferencias. Era uno de los motivos por los que no utilizaba papel cuadriculado para escribir.


Como por la noche al cerrar los ojos, en ese fondo se empezaban a dibujar contornos caprichosamente. La mayoría de las veces no eran nada (bueno, realmente nunca son nada) Pero en contadas ocasiones de una de esas manchas (como si del test de Rorschach se tratara) surgía una figura que me sugería una idea, una historia, una sensación...

Luego tendría que retenerlo. Sentirlo, pensarlo, imaginarlo o quizá todo a la vez. Recordarlo y salir de la hoja en blanco, agarrar un bolígrafo y, si había tiempo, dejar constancia de lo ocurrido. La mayoría de las veces me limitaba a dejar una especie de guión, ideas claves a seguir para cuando tuviese tiempo para intentar redactarlo.

Y eso podía ser pronto, tarde, o nunca.

1 comentarios:

Anónimo dijo...

Bonita explicación. Si señor